Por Milagros Álvarez febrero 21, 2024

Vanessa Robbiano es actriz y tiene 47 años. Es recordada por participar el reality La Paquita peruana (1991), la teleserie El ángel vengador: Calígula o la película No se lo digas a nadie (1998). Se mudó a Argentina en 2002 para seguir un tratamiento contra la anorexia y bulimia. La experiencia de su recuperación ha sido motivación para ayudar a otras personas. De hecho, en 2013 publicó Vuélvete a querer, libro testimonial sobre su lucha contra . En setiembre de 2023 estuvo en Perú para interpretar a la madre de Gregorio Samsa en la obra Metamorfosis, dirigida por Francisco Cabrera.

 

Empezaste tu carrera actoral a temprana edad. ¿Cómo crees que afectó la fama en tu relación con la comida y cómo te veías físicamente?

Ahora pienso que, quizás, si no hubiera tenido esa fama, igual hubiera caído en lo mismo, pero nunca sabré si de manera tan profunda. No era solamente la fama, había otros ingredientes como el divorcio de mis papás, mi personalidad, mi autoexigencia. Hubo varias cosas que hicieron que se desarrollara esa enfermedad. Entonces, sí, la fama afectó, porque me sentí más mirada. Sentí la necesidad de que todos me aprobaran y ese “todos” dejó de ser solo mi familia y amigos, sino mucha gente. Ahora bien, en la clínica vi muchas chicas que no eran famosas y tenían la misma enfermedad.

¿Cuál fue el punto de inflexión que te llevó a darte cuenta de que necesitabas ayuda?

Recuerdo dos momentos de mi vida. El primero fue cuando me dijeron que con eso iba a dejar de comer. Entonces, empecé a fumar, no me gustaba nada, pero me presionaba justamente para dejar de comer. Fumar es algo que te da cáncer, te quita energía y salud. Imagínate cómo iba mi pensamiento. El segundo punto de inflexión fue a los 25 años cuando me vetaron del canal 4. Tenía un contrato en el que en todas las novelas me pagaban igual, no sé si de exclusividad, pero lo cancelaron por un tema político. Me prohibieron trabajar y ahí las cosas empeoraron rápidamente, porque al no tener ingresos y no ejercer mi ocupación me di cuenta de que no tenía nada: no tenía salud, no tenía trabajo, no tenía motivación. Estaba cada vez más enferma. Un día estaba viendo a amiga mía en la televisión protagonizando una novela y yo estaba metiéndome los dedos para vomitar. “¿Qué pasó con mi vida que en vez de ir en subida, fue en picada?”, me pregunté. Allí pedí ayuda a mi mamá. Con 25 años y sin trabajo, me dije: “bueno, es momento de ir hacia algún lado”.

¿Qué te motivó a recuperarte?

Creo que cada uno tiene su fondo. Antes de los 26 años estaba en el hospital, me daban miedo las cosas y dije: “esta vez, nunca más”. Intentaba salir adelante, pero no podía. Ahí toqué mi fondo. Primero, tenía muchas ganas de dejar esa vida tan dolorosa. Toda mi familia me apoyó muchísimo y sentí que debía aprovechar ese amor y curarme. Cuando uno tiene ganas de hacer algo, todo lo demás, por más difícil que sea, es más fácil. Y las ganas a veces se te van, pero, de alguna manera, adentro hay algo que te sigue diciendo que hay algo que está bien y tienes que seguir caminando por más que haya miedo o desánimo. Yo tenía esas ganas.

¿Cómo mantenías la motivación?

Esas ganas de curarme las alimenté con lecturas positivas, audios positivos y gente positiva enfocada en que se podía salir adelante. También abracé los momentos tristes, teniendo la valentía para reencontrarme con las zonas dolorosas que había evadido. Acepté que soy una persona que puede fallar en muchas cosas, que no siempre todo sale perfecto, y que eso significa que puedo seguir mejorando. Si algo me salía mal, me decía “no sirvo para esto”. Yo era alguien muy tajante, pero aprendí a ser más amable conmigo. Lo usual es que si te rompes un brazo, los demás entenderán y no te pedirán cosas que no puedes hacer, pero cuando se rompe algo acá adentro [la mente] la gente nos exige y nos sentimos mal. Es muy difícil. Ahí es donde uno empieza a aislarse. Pasa con la anorexia, la bulimia o con cualquier enfermedad mental. Lo principal en ese camino tan largo, de subidas y bajadas, fue confiar en Dios y tener la esperanza de que al final iba a haber una luz.

Publicaste un libro llamado Vuélvete a querer, en el que hablas sobre tu experiencia con la anorexia y bulimia. ¿Qué te motivó a escribir tu historia?

Soy alguien que necesita mucho expresarse. Me gusta compartir mis sentimientos y emociones, no me gusta guardarlas. Entonces, quise condensar toda esa parte de mi vida en papel y, obviamente, ponerlo al servicio de la gente. Quise dejar un testimonio de esperanza.

Vuelves al Perú para interpretar a la madre de Gregorio Samsa en la obra teatral Metamorfosis. ¿Sientes que esta obra se relaciona de alguna manera con tu experiencia de lucha?

Creo que uno siempre tiene que buscar la relación. Necesitas comprender a la persona, empatizar con el personaje y, por lo tanto, quererlo un poco. Entonces, buscas de alguna manera esa conexión y es inevitable ir a puntos de la vida personal. La obra habla de salud mental, de cómo nos encerramos cuando algunas cosas nos dan temor y vergüenza. Esta adaptación teatral es actual porque pasa a todas las familias cuando hay un integrante que está enfermo o que hizo algo que no nos gusta. ¿Qué pasa con la familia? ¿Lo apoyamos? ¿O lo encerramos porque muestra algo de nosotros? Para mí, hay que encontrar una salida: abrirse, hablar, decir “necesito ayuda”, que es lo que no pasa con estos personajes.

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Sobre Milagros Álvarez

Estudiante de la carrera de Comunicación y Publicidad. Tengo interés en el periodismo de investigación y las crónicas periodísticas. Me gusta leer, investigar, tomar fotografías y escuchar distintos géneros de música. Actualmente pertenezco al elenco de danza de la UCSUR.

Comentarios
  1. Diana Tomaylla dice:

    Me gusta la narrativa la entrevista y como toca puntos relevantes como los desórdenes alimenticios. Me encantó de inicio a fin.

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