Por Nayelli Quiroz Villalobos enero 31, 2022

A casi dos años de la aparición de la COVID-19 en todos los continentes del mundo, se ha apreciado que las desigualdades existentes desde antes de la pandemia se han consolidado de manera alarmante. En primer lugar, se ha observado que se ha incrementado en mayor medida la brecha entre las personas que más tienen en contraste con las que no. El informe “Las desigualdades matan” publicado en el Foro Económico Mundial por la ONG Oxfam destaca que más de 160 millones de personas alrededor del mundo han pasado a ser clasificadas en situación de pobreza desde la aparición de la pandemia. Ante ello, diversas necesidades básicas como el acceso a la salud o los servicios básicos han estado sesgados por las facilidades de dinero con la que disponían las personas para ingresar a algún nosocomio a atenderse ante un posible episodio de coronavirus. Esta desigualdad económica ha contribuido negativamente a la mejora de miles de personas, quienes han tenido complicaciones que se han ido empeorando día a día ante la falta de recursos económicos para lograr acceder a una sala de atención ante emergencias.

Fuente: Inter – American Dialogue

Otro sesgo presente debido a la COVID-19 es la brecha de género. La misma, ha incrementado durante la pandemia ya que el pensamiento machista, aún insertado en la sociedad, ha otorgado a la mujer el deber de permanecer en su casa para realizar netamente labores domésticas. Ello ha generado que exista un mayor número de personas de sexo femenino con problemas como ansiedad o depresión, además de que las tasas de violencia doméstica han aumentado drásticamente debido a que muchas mujeres han permanecido dentro del hogar con parejas violentas. Un caso notable de esta problemática se observa en Reino Unido, en donde la mayor organización de apoyo contra la violencia hacia la mujer reportó que las llamadas de ayuda aumentaron en un 700 %.

Por otro lado, una de las brechas que más ha sido perjudicial en la canasta básica de las familias peruanas es la desigualdad de empleo. De acuerdo con una entrevista realizada por el Banco Mundial a 1,000 hogares peruanos entre el 21 mayo y el 26 julio de 2020, se estima que en nuestro país el 80% de los hogares encuestados reportaron una disminución del ingreso familiar en mayo. Esta caída se produjo debido a que muchos empleados perdieron su trabajo, puesto que varias empresas veían insostenible el hecho de mantener la misma cantidad de trabajadores que tenían antes de la aparición de la pandemia. Este despido fue más notorio dentro de los sectores informales, independientes o hacia empleados que poseían un escaso nivel de formación educativa. En este caso, los más perjudicados resultaron siendo las personas de escasos recursos, quienes salieron a trabajar de manera autónoma y con los conocimientos que tenían para tratar de llevar el alimento a sus casas y ser el sostén de su familia.

Fuente: UNICEF

La educación también fue otro de los ámbitos más golpeados por la desigualdad. Debido a que la educación se insertó dentro del mundo virtual, el acceso a conexión a Internet pasó a ser un privilegio del que no todas las personas podían tener acceso. Las investigaciones realizadas por el Banco Mundial explican que la falta de conectividad fue uno de los motivos más relevantes por los cuales los menores no participaron en educación a distancia. Esto se vio intensificado en hogares donde los adultos tienen bajos niveles educativos (34%). Al igual que en diversas partes del mundo en donde se vio un claro sesgo en favor de las zonas más céntricas de varios países; en Perú, Lima fue el lugar con el escenario más favorable y el que más rápido logró adaptarse a esta nueva circunstancia. Sin embargo, los estudiantes de las zonas alejadas o las provincias de la sierra o selva no pudieron continuar con su educación, dado que no contaban con señal de Internet o incluso no tenían algún aparato electrónico desde donde recibir este nuevo modo de aprendizaje.

A nivel global, también existen sesgos que aún afectan a parte de la población. Un caso notorio es el de África, continente que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), podría demorar en vacunar a más de la mitad de su población hasta el 2024. Si bien esta entidad ha informado que esta región ha recibido alrededor de 350 millones de vacunas por medio del mecanismo COVAX, ello no ha sido suficiente debido a diversos problemas de distribución, así como el grado de dificultad que presenta este territorio ante la COVID-19. Este es uno de los problemas más graves por los que se enfrenta el planeta, puesto que, si no se avanza con la inmunización, existe el riesgo latente de que puedan aparecer nuevas y más peligrosas variantes.

Fuente: TRT World

La brecha económica generada por los países que han tenido facilidad de acceso a las vacunas debido a su poder económico ha ocasionado que África no tenga tantas opciones para acceder a vacunas debido al alto acaparamiento realizado por los países ricos en administrar varias dosis a su población. De acuerdo con ello, el diario El País menciona que debido a este sesgo únicamente el 7% de toda la población africana estuvo vacunada hasta fines del 2021. A este problema se suma las dificultades de suministro de vacunas que tiene el sistema de vacunación africano, las infraestructuras de salud no son las mejores y cuentan con recursos limitados para ofrecer campañas de inmunización de forma efectiva y organizada. Todas estas desigualdades que salen a la luz ante la aparición de la pandemia son indicios claros de que es necesario generar un cambio para el bien común. De esa forma, se logrará asegurar la mejoría de la población y la pronta victoria ante la aparición de nuevas variantes que cada vez ocasionan más pobreza e incertidumbre.

 

Autores
Sobre Nayelli Quiroz Villalobos

Estudiante de Comunicación y Publicidad de la Universidad Científica del Sur, con una preferencia especial hacia el área organizacional de las Comunicaciones.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.