Teresa es una profesora de 42 años de un colegio en el distrito de Parco, ubicado en el Departamento de Junín. Tiene un hijo de 6 años y su esposo es policía. Todos los días se levanta a las 6 de la mañana para prepararles el desayuno, ordenar su espacio de trabajo y al lado está su hijo para realizar sus clases virtuales.

A las 8 de la mañana se sienta frente a su computadora para iniciar el dictado de sus clases virtuales y revisa su material de trabajo. Ahora ella ya no va al colegio donde trabajaba debido al COVID-19. A pesar de que ve sus alumnos todos los días, Teresa extraña no poder caminar por todo el salón viendo carpeta por carpeta y conversar con sus colegas en el recreo o salida.

Para Teresa, la participación de sus alumnos vale mucho. Se siente muy bien cuando sus alumnos se esfuerzan. Siente que su esfuerzo vale la pena.

Teresa a las 10 de la mañana decide innovar en su clase química para que sus alumnos de secundaria no se aburran. Realiza una actividad en la que el primero que resuelva el ejercicio, se llevará un “brindis”, que es un llavero de Cuzco. Y, para ella, la participación de sus alumnos vale mucho, pues eso hizo que todos los alumnos participaran, y se esforzaran por una actividad. Se sintió muy bien, sintió que su esfuerzo valió la pena.

Al mediodía sus clases terminan y empieza a cocinar. En cuanto tenga tiempo, imprime un material didáctico extra para llevar al colegio ya que, dos de sus alumnas no cuentan con conexión a internet.

Siendo las 3 de la tarde se dirige al colegio para hacer la entrega del material para sus alumnas, Teresa lo deja en el colegio y los padres van a recogerlo.

Al regresar a casa revisa los trabajos de sus alumnos y los envía al tutor de cada aula para que para que ellos ingresen las notas en su sistema. Cuando termina su revisión, empieza a ayudar a su hijo con sus tareas del colegio, una vez culminada, le dedica un tiempo solo a él.

Teresa culmina su día a las 9 de la noche junto a su familia y revisando el material para su siguiente clase.