Voluntario es aquel que, de forma incondicional, brinda apoyo a la causa que sea necesaria. Ricardo Pun, médico peruano y nombrado como «Héroe del Año» por el concurso de la CNN en 2018, vive en un voluntariado constante desde que conoció a un albergue por primera vez.
En 2008, Pun fundó el albergue Inspira dedicado a ofrecer alojamiento gratuito a las familias con infantes que padecen de enfermedades. Inspira permite a los niños ser lo que son, niños, y no pacientes. Desde su creación, el refugio ha brindado apoyo a más de 4 mil familias peruanas y venezolanas.
¿Está en la naturaleza humana ayudar a los demás?
Considero que sí, y siempre lo digo en mis charlas y conferencias. Desde pequeño, el ser humano tiene todas las intenciones de ayudar, apoyar, salvar y estar ahí. Es más, de niño, en algún momento de nuestras vidas hemos declarado querer ayudar a los ancianos, a los huérfanos, a los niños abandonados, etcétera. Sin embargo, esa declaración se va alejando de nuestras vidas y creo que es por el sistema. Nos empieza a enseñar a buscar otras cosas materiales.
Si el sistema es el problema, ¿qué sucedió en ti que decidiste ayudar a los demás?
No fue de la noche a la mañana. Siempre estuve rodeado de personas que hacían cosas por la gente, el planeta, los animales. Estuve rodeado de gente que me enseñaba a compartir, eso vino de mis padres y hermano. Ellos me inculcaron siempre estar al servicio, tanto es así que, a los 16 años, ya estaba postulando a los bomberos. No logré graduarme porque justo en esa época era peligrosa por el terrorismo, coches bomba, apagones. Entonces mi papá me dijo: «No, no quiero tener un hijo héroe».
¿Cómo surgió la idea de fundar el albergue?
Por una ruptura amorosa. Estuve un buen tiempo viviendo en México, donde estudiaba Medicina. Tenía claro que, si me enamoraba, no iba a regresar, así que me dediqué a estudiar. Allá no podía trabajar porque tenía un formulario migratorio especial para estudiantes, y si trabajaba, me podían botar del país. Después de eso, me recibí en el Colegio Médico del Perú y me puse a trabajar. En mi desesperación de querer recuperar el tiempo perdido y ganar dinero, dije a Diosito: “¿Por qué estoy solo?». “¿Tú quieres que yo sea sacerdote, misionero?”. Le pedí que me mandara una señal.
¿Lo hizo?
Al poco tiempo, estuve con una chica, pero tres meses después, ella terminó conmigo. Una paciente al enterarse de ese quiebre, me llevó a un albergue, y ahí es cuando conocí ese mundo. Después de esa visita compré tres carritos de víveres: panetón, chocolate, pavo, juguetes para los niños, y un montón de cosas. Lo hice porque era lo que me habían enseñado, pero nunca pregunté qué necesitaban realmente, primer error. Recuerdo también que pregunté a la administradora si todos los niños ya tenían su juguetito. Me dijeron que en el segundo nivel había una niña que no podía bajar porque acababa de ser operada. Conversé con ella y le pregunté: «¿y de qué te han operado?». Ella me dijo: «Me acaban de amputar la pierna».
¿Qué pensaste en ese momento?
Pensé: «¡Guau! ¿Cómo puedo estar triste porque terminaron conmigo, cuando esta niña de 14 años está con una pierna menos?». Desde entonces, empecé a ir todas las noches a buscarla. Ahí cometí mi segundo error: empecé a llenarla de cosas materiales para intentar reemplazar la pérdida de su pierna. Hasta que un niño me preguntó: «Doctor, ¿por qué a mí no me trae cosas? ¿Porque tengo dos piernas?». Así aprendí. En el albergue Inspira buscamos que sigan siendo niños: que se caigan, se levanten, y que busquen su felicidad sin que esto dependa de lo material.
¿En qué consistió el reconocimiento como héroe del año por la CNN?
En el concurso participaron unas 10,000 personas de 194 países. Una amiga del colegio fue quien me nominó y me contó que el jurado de CNN selecciona a 25 semifinalistas. Luego, de esos 25, eligen a 10, quienes ya son considerados héroes, pero solo uno se convierte en el Héroe del Año. El reconocimiento incluyó 100,000 dólares. Pero más allá del dinero, lo más valioso fue la visibilidad que nos dio un espacio como CNN. Gracias a ello, se organizó un día de recaudación de fondos a nivel mundial, y se lograron reunir 50 mil dólares más. Subaru duplicó esa cantidad, así que teníamos 200,000 dólares. Regresé de Estados Unidos con esa suma y, junto a una campaña en Canal 4 llamada «Un sol, un ladrillo», recaudamos otros 80,000 dólares, alcanzando un total de 280,000 dólares.
¿Qué pudieron lograr con ese monto?
Nos dijeron que con ese monto podíamos construir el casco del primer y segundo piso de 680 metros cuadrados. Gracias a la visibilidad que nos dio CNN, comenzaron a llegar donaciones: fierro, cemento, y hasta los arquitectos e ingenieros ofrecieron sus planos y trabajo de manera voluntaria. Fue increíble. También hubo muchas entrevistas en canales de televisión, periódicos y revistas, tanto en Perú como en el extranjero. 2019 fue un año de éxito total, y entre todo esto, logramos contactar con Marc Anthony.
¿Cómo ocurrió la donación de Marc Anthony?
Una de nuestras voluntarias asistió a un evento organizado por la fundación de Marc Anthony, Maestro Cares. Inspirada, decidió hablar con la producción de la fundación y les comentó que era voluntaria de la organización que había ganado el premio Héroe del Año de la CNN. Intercambiaron números, se mantuvieron en contacto y finalmente vinieron a conocer el albergue. La donación fue de 240 mil dólares, destinados para construir el casco del tercer, cuarto y quinto piso. Luego, me informaron que debía viajar a Nueva York en el 2020 para asistir a una gala, donde recibiría un cheque simbólico junto a David Beckham y Marc Anthony. Llegué un sábado. Sin embargo, justo antes de salir hacia la cita, me llamó la producción para informarme que la gala había sido cancelada por el COVID-19.
¿Cómo impactó la pandemia a la construcción del Albergue?
Muchas empresas que habían prometido materiales como fierro, cemento o ladrillos ya no pudieron cumplir. Nadie sabía cuánto tiempo duraría la crisis, y la gente estaba perdiendo empleos y vidas. Las empresas me decían que no podían apoyarnos, así que tuvimos que avanzar con lo que teníamos, además de seguir manteniendo el albergue alquilado. Es importante entender el contexto de ese momento. Paralelamente al sueño de construir este albergue de cinco pisos, ya operábamos uno en una casa alquilada en Surco. Era un espacio más pequeño, pero funcional, que nos permitió seguir brindando apoyo mientras trabajábamos para hacer realidad este gran proyecto.
¿Cómo se gestionó el primer albergue Inspira?
Ese albergue era una casa alquilada. La conseguimos en el año 2010, pero me tomó dos años encontrarla. No era fácil porque los propietarios no querían alquilarla para un albergue. Algunos me decían que no querían lidiar con eso, que si un niño fallecía, podría «quedar el espíritu». Eran creencias de ellos. Otros decían que era una zona residencial y no querían gente de distintas regiones del Perú. Eran los dueños, no podía obligarlos. Así pasaron dos años hasta que finalmente encontramos una casa. Al principio, tuvimos que iniciar todo de forma discreta.
¿Cómo es el proceso de recibimiento de madres e hijos?
En las distintas regiones del Perú, cuando un niño se enferma de cáncer, se le puede realizar el diagnóstico, pero no recibe el tratamiento. Puedes encontrar pediatras, ginecólogos, pero no hay oncólogos en las regiones. Lo positivo es que hoy en día el tratamiento es gratuito, y muchas familias pueden venir a Lima. Sin embargo, al llegar a la capital, enfrentan otro problema: no tienen dónde quedarse. Después de una quimioterapia, una radioterapia o una cirugía, muchas personas no tienen más opción que dormir en las bancas del hospital o incluso en el jardín del mismo. Afortunadamente, ahora contamos con albergues como Ronald McDonald, Magia, la Fundación Peruana de Cáncer, entre otros. La necesidad es enorme, y estos lugares ofrecen una opción segura para que las familias pasen el tiempo con sus hijos, recibiendo comida adecuada y acompañándolos durante el tratamiento.
¿A cuántas familias ha apoyado el Albergue Inspira hasta el momento?
A lo largo de los años, más de 4 mil familias han pasado por el albergue, y he tenido la bendición de conocer a casi todas. El tiempo más prolongado que una familia estuvo en nuestro albergue fue de tres años y ocho meses. Se trataba de un niño con leucemia, su hermana, que era la donante de médula, y su mamá. Cada familia que llega trae consigo una historia única. Hemos recibido gente de todas las regiones del Perú, además de familias venezolanas. Todos hablamos el mismo idioma, pero nuestras costumbres son diversas, eso es muy enriquecedor. Me siento bendecido por eso.
¿Qué es lo más valioso de todo?
Para nosotros ha sido una fortuna habernos encontrado con los niños en este mundo. A veces me pongo a pensar en esos niños o niñas que han partido, que ahora están en el cielo. En esos momentos en que probablemente estamos llorando junto a sus madres, me detengo y pienso: qué increíble, porque ese niño o niña conoció el verdadero amor. No solo el amor de los padres o de los amigos, sino un amor puro, un amor de desprendimiento, de acompañamiento, de estar presente en cada momento. Y eso me lleva a creer que deben estar felices.
¿Cómo es el espíritu de un voluntario?
El espíritu de un voluntario, para mí, es como un corazón con patas, un corazón que camina y lleva amor a donde va. Los voluntarios tienen la capacidad de ser creativos, lo cual es esencial para mantener un ambiente positivo tanto para los niños como para sus mamás. Somos personas bondadosas, generosas y siempre enfocadas en el bien común. El tiempo que un voluntario puede dedicar es maravilloso, valiosísimo. No siempre es necesario traer algo material como un juguete o una fruta. Lo más importante es la presencia, ese acompañamiento genuino que marca la diferencia en los minutos que regalan.
Tengo entendido que en algunas ocasiones te han donado cosas que no sabes dónde guardarlas y estorban, teniendo en cuenta eso, ¿Cuál es la forma correcta de donar?
La forma correcta de donar es sencilla: llamar por teléfono y comunicarse directamente con la institución, sea cual sea. La clave está en preguntar: ¿Qué necesitan?. De esta manera, se asegura que la ayuda sea realmente útil para que puedan seguir funcionando de manera efectiva. Esto evita que dones lo clásico como arroz, atún o aceite, sin considerar las verdaderas necesidades. Es algo que hemos aprendido con los años: donar de forma consciente y eficiente.
¿Qué invitación extenderías al Perú?
Te invito a abrir tu corazón y comprender que necesitamos tu apoyo para seguir funcionando. Saca a ese héroe que llevas dentro, a ese niño que soñaba con salvar vidas, incluso si hoy está dormido. Hay niños que dependen de nosotros, y no solo ellos, sino familias enteras que necesitan ayuda consciente y adecuada.

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