Por Maria Fernanda Uceda Luna septiembre 22, 2023

En el mundo de la crónica periodística contemporánea, el peruano Joseph Zárate (1986) es un autor a seguir. Evidencia de ello son sus galardones y recorrido profesional.

Por ejemplo, ganó el Premio Ortega y Gasset 2016 a Mejor Historia o Investigación Periodística por la historia de Máxima Acuña, campesina enfrentada a una minera transnacional por la defensa de una laguna andina. En 2018, recibió el Premio Gabriel García Márquez en la categoría Texto por la historia de Osman, un niño afectado por el derrame de petróleo en una comunidad amazónica.

Ha sido subeditor de Etiqueta Negra, desaparecida y mítica revista de periodismo narrativo fundada por Julio Villanueva Chang, otro referente peruano de la crónica y la edición.

Estudió Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Marcos y cursó un máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

Ha publicado crónicas y perfiles en revistas del Perú y el exterior. Es autor de libros como Guerras del interior (2018) y Algo nuestro sobre la tierra (2021). Es docente universitario y ofrece talleres de escritura de no ficción.

Esta conversación ocurrió en junio de 2023.

 

¿Cómo decidiste ser periodista?

Decidí estudiar Periodismo muy joven, como a los 15 años. En realidad, quería dedicarme a una carrera relacionada a las artes, como música o diseño gráfico, pero en casa no había dinero. Con mi familia vivíamos en una casa alquilada, en un barrio pobre, de modo que mi mamá me recomendó que me dedique a algo que me diera un salario. Como me gustaba leer, pensé que lo mejor sería estudiar algo relacionado a ello, así que ingresé a Comunicación Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. También me impulsó cierta sensibilidad que hay en mí o necesidad expresiva que se unió a mi curiosidad por el mundo que me rodea, por comprenderlo e intentar que la gente también lo comprenda. Por entonces no tenía claro que quería hacer exactamente como periodista, pero cuando tenía 17 o 18 años, un amigo me prestó una revista Etiqueta Negra. Me gustó mucho, pues era una revista de crónicas y periodismo narrativo, es decir, historias reales. Así me propuse ser un periodista de ese tipo: uno que escriba crónicas, que haga, de alguna manera, literatura. Desde entonces, comencé a estudiar, practicar y leer este género, en el cual sigo hasta ahora, después de 20 años.

¿Qué te inspiró a escribir Guerras del interior?

Publiqué estas historias primero en revistas como Etiqueta Negra y Etiqueta Verde, pues fueron una comisión. Pero eso que comenzó como encargo se fue convirtiendo en un interés natural. Esas historias me permitieron viajar por el Perú y, al mismo tiempo, conocer mi país, ver su realidad y, de hecho, ver realidades distintas a la mía. Otra razón es que, a través del Periodismo, comencé a revalorar los orígenes de mi familia materna. Al final del libro menciono que mi abuela y mi bisabuela por parte de mamá son de la selva y que nacieron en una comunidad amazónica. Al crecer, ya siendo periodista, revaloré ese origen y comencé a entender mi educación, la forma de ser de mi familia, pues, a veces, mi abuela se avergonzaba de ser indígena. Sin querer, el Periodismo no solo ha sido una herramienta para ayudarme a entender en qué país vivo, sino también entender quién soy y la identidad que me constituye. Estas dos búsquedas se encontraron en este libro. Debo subrayar que los temas socioambientales y los conflictos que ocurren en esta zona del Perú están ahí, pero no fueron mi motivación principal.

¿Por qué te enfocaste solo en las historias de Máxima Acuña, Edwin Chota y el niño Osman?

Ya había escrito crónicas largas, entre 2012 y 2016, pero fue desde 2015 cuando decido escribir un libro o juntar las historias que ya tenía creadas, que eran unas siete u ocho. Luego me di cuenta de que este libro no tenía que ser necesariamente una compilación de historias, sino centrarme en tres historias. De esta forma, para Guerras del Interior me quedé con aquellas relacionadas a un recurso natural: la madera (Edwin), el oro (Máxima) y el petróleo (Osman). Recursos que, en distintas épocas de Latinoamérica, sirvieron como piedra de toque para constituir estructuras económicas, sociales y culturales. Los protagonistas de estas historias me permitían transmitir el conflicto provocado por estas industrias, las emociones vividas y la experiencia. Me pareció que enfocarme en el elemento humano era lo correcto para comunicar lo que quería expresar sobre esa realidad.

¿Qué pensaste cuando te anunciaron como ganador del Premio Gabriel García Márquez por “Un niño manchado de petróleo” en 2018?

Fue muy importante para mí, pero, sobre todo, inesperado. Cuando uno escribe este tipo de historias no esperas quedar finalista ni nada, a lo mucho hay cierta esperanza de ser considerado entre los nominados. Escribí esta historia para mi libro, pero la mandé y quedó finalista. Lo mejor de todo es que los jurados son cronistas que admiro, como Martín Caparrós y Julio Villanueva Chang. El premio me lo entregó Leila Guerreiro y fue lindo. También fue emocionante visibilizar que estas historias de la selva, sin ser tan trágicas como la de los narcos o el crimen organizado, sí importan y que los ciudadanos tenemos un deber. Meses después se publicó Guerras del Interior y el premio le dio un impulso que pueda ser más conocido.

¿Qué enseñanzas te deja investigar y entrevistar para estas historias?

Varias, pero se me ocurre una enseñanza periodística: no debemos olvidar que el Periodismo se trata de seres humanos y que debemos esforzarnos para comprender las circunstancias de las personas que protagonizan las noticias. Ellos no solo son fuentes de información, datos o cifras, sino que tienen historias y merecen ser escuchadas. Los periodistas debemos aprender a escuchar. Otra enseñanza: las personas no viven en una isla. Por más que uno tenga libertad para tomar decisiones propias, estas afectan a los demás y hay que ser responsable con ese poder. En la medida que uno comprenda que somos parte de un tejido social, construiremos una mejor sociedad, supongo. Quiero pensar eso.

En una entrevista de 2019 mencionaste que te cuesta escribir. ¿Crees que la crónica es el género que hace fluir tus palabras? ¿O es el tema que eliges? Lo digo porque tus textos parecen escritos con una facilidad increíble.

Gracias por decir que se lee como si se hubiera escrito con facilidad, pero lo cierto es que resulta complicado porque es un trabajo muy serio. Aún me cuesta mucho escribir, pues siento que tengo un nivel de autoexigencia muy fuerte y esto suele hacer que la escritura sea un proceso tortuoso. Detrás de esa «fluidez» hay un trabajo arduo. Para escribir un texto, paso semanas, incluso meses, buscando la manera de ordenar las palabras y que las oraciones tengan sentido. Creo que, en parte, es por mi personalidad. Ahora bien, no siento que soy superior que otros colegas por escribir este tipo de textos.

Para cerrar, ¿qué es el periodismo para ti?

Es una herramienta que me ha permitido desarrollar mi pensamiento crítico y mi empatía. Es decir, me ha enseñado a no quedarme solo en lo que siento y pienso, sino a abrirme al mundo. También me ha llevado a lugares que tal vez jamás haya conocido o a conocer personas ajenas a mi entorno. En general, me ha ayudado a ser más libre y no quedarme con certezas, sino a estar abierto a otras maneras de pensar y sentir.

 

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Joseph Zárate ofrecerá un taller de crónicas del 16 al 19 de octubre de 2023.

Informes: zarate.cronicas@gmail.com

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Sobre Maria Fernanda Uceda Luna

Soy estudiante de la carrera de Comunicación y Publicidad de la Universidad Científica del Sur. Me identifico como una persona empática, responsable y colaboradora en el ámbito académico. Poseo gran creatividad al momento de redactar historias y poemas.

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