El 23 de abril de 2024, Manuel Calloquispe recibió el Premio Fleischaker/Greene al Valor Periodístico Internacional de la Universidad de Western Kentucky. Este galardón reconoce a periodistas que, a pesar de enfrentar graves riesgos, continúan informando para defender la libertad de expresión y dar voz a poblaciones vulnerables. Conozcamos su historia.
¿Por qué te decidiste por el periodismo ambiental?
No había quién cubriera esos temas. La mayoría de los proyectos locales no los tocaban porque, obviamente, se comprometían con los principales negocios de Madre de Dios que están vinculados a las economías ilegales: los grifos, los comercios, la venta de insumos y maquinarias. Entonces, meterse es complicado, pues son esos negocios los que pagan la publicidad de los programas.
¿Cómo incursionaste en la investigación de economías ilegales?
Empecé a escribir en Don Jaque [diario regional de Madre de Dios] en la época del auge del oro, cuando el gramo pasó de costar S/29 en 2005 a S/50 en 2009, y luego a S/140. Con cada aumento de precio, más zonas eran invadidas y surgían nuevas áreas de minería. Este incremento impulsó la migración desde diversas partes del Perú hacia la Amazonía, con gente buscando oportunidades en negocios ilícitos o para asaltar a mineros. Esto desencadenó el desborde de criminalidad en Madre de Dios. Muchos de estos delincuentes terminaron ofreciendo «seguridad» a los mineros ilegales. Ahí es donde comienza mi labor: mostrar este fenómeno en Madre de Dios.
¿Por qué minería ilegal?
En ese tiempo, la minería ilegal era el principal problema de la región, y el periodismo local o bien lo ignoraba o era parte del problema. De hecho, ahora la mayoría de periodistas que trabajan en programas locales han sido miembros de la extracción minera. Hay dos periodistas que ahora tienen notoriedad, pero fueron secretarios de prensa y propaganda de la facción minera antes de pasarse al periodismo. Por ejemplo, en 2011 comenzaron los paros mineros. Los manifestantes venían a la ciudad a protestar, cerraban las calles y tomaban la ciudad. El periodismo en Madre de Dios mostraba que había un gobierno que se olvidaba de los mineros. Sin embargo, no mencionaban que esos mismos mineros destruían la Amazonía, deforestaban, contaminaban los ríos, vertían mercurio en las fuentes de agua, generaban problemas de criminalidad y promovían la trata de personas y la explotación infantil. Era necesario mostrar también esa realidad.
¿Cuáles son tus labores como corresponsal?
Durante unos cinco años enviaba imágenes porque me pedían notas, pero a partir de 2015 empecé a proponer, buscar y desarrollar notas por mi cuenta. Por ejemplo, hablando de los incendios forestales, una cosa es armar una nota con fotografías de lo ocurrido y una entrevista a un bombero, pero otra cosa es cubrir más de un incendio, determinar cuántas hectáreas han sido afectadas y explicar las causas. De esta forma, propones el tema y el redactor puede solicitarte más información.
¿Has hecho investigaciones sobre trata de personas?
Propuse una nota sobre trata de personas que me llevó casi tres meses elaborar. Originalmente era para el noticiero de Latina, pero al final se convirtió en un reportaje de investigación para Punto Final. Este trabajo implicó adentrarme en la zona de La Pampa, donde pasé varios fines de semana entrevistando a las víctimas. Me tomó tiempo ganar la confianza de mis contactos y encontrar gente que me aceptara y protegiera, dado que la zona es de alto riesgo. Durante cinco fines de semana, entré para conversar con las chicas, establecer contacto y pasar tiempo en los bares acompañándolas. Logré entrevistar a seis chicas, cuyas identidades tuve que proteger ocultando sus rostros y distorsionando sus voces. Si alguien descubría que habían sido entrevistadas, sus vidas correrían peligro.
¿Alguna vez tu vida ha estado en riesgo?
En varias oportunidades. En 2011, hubo un paro en la Plaza de Armas de mi ciudad, con aproximadamente 10 mil mineros en un mitin. Cubría el evento junto a otros periodistas de medios nacionales. En ese entonces, ya se realizaban interdicciones: la policía destruía los motores de los mineros y quemaba sus campamentos. A veces acompañaba estos operativos por su valor noticioso, algo que la misma Policía fomentaba. Durante el mitin, un minero me señaló: «este es Calloquispe, el que viene a grabar cuando atacan a los mineros, el que habla en contra de la minería». En ese momento, fui golpeado en medio de la plaza. Irónicamente, no fue la policía quien me ayudó, sino algunos mineros que me conocían. En total, he sufrido agresiones en siete ocasiones, lo que me obligó a solicitar garantías personales.
¿Cómo fue tu experiencia en La Pampa?
Cuando entré a La Pampa [ciudad minera de Madre de Dios], una zona con alrededor de 160 bares y cantinas, mi idea principal era entablar amistad con dos chicas para entrevistarlas en una conversación casual. Sin embargo, una de ellas llegó con su pareja y comenzaron a discutir. La chica le reclamaba por qué no le pasaba la manutención para su hijo, amenazándolo con llamar a seguridad. En ese momento, la otra chica me hizo subir al segundo piso. Abajo, la discusión continuaba y la seguridad llegó, cerrando el local. La pareja me delató, diciéndole a seguridad que las chicas habían traído a un periodista. Parece que no comprendieron bien o no le dieron importancia a lo que decía. La chica me dijo: «Manuel, todos los bares de aquí tienen una puerta de escape». Me llevó al primer piso y salimos por una puerta que daba a un canchón. Este tipo de salidas son las que usan cuando hay operativos policiales para que las chicas se retiren. Así, cuando las autoridades ingresan, encuentran solo una cantina normal.
¿Cómo es La Pampa?
La Pampa era originalmente un enorme humedal con abundantes parcelas agrícolas. Años atrás, había sido un lago con material aurífero cubierto por vegetación. Con el tiempo, la exploración minera descubrió oro en este sitio, que pertenece a la zona de amortiguamiento del Área Natural Protegida Tambopata. Esto significa que no se permite ninguna actividad incompatible con la conservación, como la agricultura o la minería. Para 2014, La Pampa albergaba más de 20 mil personas distribuidas no en uno, sino entre diez y veinte campamentos mineros, cada uno con hasta 5 mil personas operando. Al principio, los campamentos eran de material rústico, pero ahora se pueden encontrar casas de concreto, hoteles de tres pisos, gimnasios y cinco colegios. La Pampa ha crecido tanto que incluso supera en tamaño a La Rinconada.
¿Alguna vez has pensado en renunciar al periodismo?
Sí, pero siempre me he cuestionado lo siguiente: «si yo no lo hago, ¿quién lo va a hacer?» He intentado formar un equipo de periodistas interesados en este tipo de trabajo, pero no he encontrado a nadie. Todo esto tiene que ver con mi convicción y mi lugar de origen. Nací en Puerto Maldonado y me crié muy cerca de La Pampa. Conozco la zona desde niño, pues mi padre tenía una parcela agrícola allí. Con mis hermanos cazábamos, pescábamos y recolectábamos frutas como parte de nuestra vida cotidiana. Incluso estudié en una escuela que ahora es zona minera. Haber visto la Amazonía en mi infancia —andar en los bosques, presenciar la fauna silvestre— y ver todo eso convertido ahora en una zona desértica, deforestada y contaminada, son las convicciones que me impulsan a hacer mi trabajo.
Sobre Alvaro Benavente Villar
Estudiante de Comunicación y Publicidad. Mis pasiones son el canto, la conservación del medio ambiente y el desarrollo personal.