El 1 de diciembre de 1983, a las 12:30 de la madrugada, militares irrumpieron en la casa de Adelina, la golpearon y secuestraron a su esposo. Desde ese momento, se unió a la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (Anfasep) con la esperanza de encontrarlo con vida. «Vivos los llevaron, vivos los queremos» es el lema. Después de 41 años, su lucha se centra ahora en hallar los restos de su esposo para darle cristiana sepultura y obtener justicia.
¿Cómo ha evolucionado la Anfasep en estos 40 años?
Al principio no teníamos un local, hasta que la municipalidad de Huamanga nos prestó uno en noviembre de 1984, año en que muchos profesores fueron asesinados y desaparecidos. Nos prestaron la Casa del Maestro hasta 1985. Tiempo después asesinaron al dirigente de la Casa del Maestro y los nuevos líderes de 1990 ya no nos quisieron prestar el local. Gracias a Dios y con el apoyo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y otras organizaciones, compramos nuestro local y nos trasladamos. Pensé que la historia de nuestros familiares se quedaría ahí y nunca imaginé que llegaríamos a tener un Lugar de la Memoria, el primero para dar a conocer la historia de los desaparecidos y asesinados en el conflicto armado interno. También hicimos una chalina de la esperanza, con el cual he llegado hasta una exhibición en Ginebra. La organización ya cuenta con 41 años de existencia, y seguimos realizando actividades sin quedarnos en silencio, a pesar de las adversidades. Por ejemplo, en algunas ocasiones los fujimoristas nos han denunciado, acusándonos de dañar la imagen de los militares. Sin embargo, seguimos firmes en nuestra lucha y seguimos exigiendo justicia.
¿Cómo ha sido su experiencia como presidenta de la organización?
Mi experiencia no solo ha sido cuando fui presidenta, sino desde antes. Desde que iniciamos veía liderar a mamá Angélica [fundadora del Anfasep] y yo también he hecho mi gestión de la misma forma. En las reuniones, las mamás me hacen pedidos y siempre las recibo, pues soy una persona empática y siento su dolor. Una mamá me dijo una vez: “mi cara esta arrugada, pero mi corazón sigue fuerte y puedo luchar”. Muchas mamás ya están avanzadas, pero seguimos pidiendo justicia. Ellas me han dado la fuerza para seguir.
¿Cuáles han sido los mayores retos que ha enfrentado?
Uno de nuestros mayores logros es el Santuario de la Memoria La Hoyada y durante mi gestión luchamos para se haga. En nuestra organización trabajamos ad honorem y como dirigente muchas veces dejaba a mi familia para ir a exigir la reparación simbólica de todos los familiares con el Santuario. Dicho lugar se encuentra al lado del cuartel donde se hallaron los restos de 109 personas en 2005, durante la primera exhumación, a raíz del libro Muerte en el Pentagonito, del periodista Ricardo Uceda. En el libro entrevistó a Jesús Sosa Saavedra, alias ‘Querosene’, un exmilitar que contó como asesinaban y quemaban en un horno a las personas en el cuartel. Aunque ya teníamos conocimiento sobre el horno y los asesinatos desde antes, cuando íbamos a la fiscalía nos decían: “Ustedes son locas, viejas locas. Hablan por gusto”. Eso nos dolía.
Usted trabaja sin recibir un sueldo en la organización. ¿A qué otras actividades se dedica?
En el Lugar de la Memoria tenemos una tiendita para todas las mamás que saben hacer manualidades. Yo hago bolsitas y correas bordadas, y las llevo a la tienda. Por otra parte, vendo comida típica los sábados y domingos para mantenerme.
Ustedes impulsaron el Comité de la Verdad y Reconciliación (CVR). ¿Qué papel ha jugado en su búsqueda de justicia?
La CVR se formó a raíz de que queríamos que nos digan por qué los desaparecieron y por qué los asesinaron. Con ayuda de otras organizaciones, exigimos una Comisión de la Verdad como pas´´o en Argentina. Durante el gobierno de Alberto Fujimori no se pudo, porque nos acusaba de terroristas y nos perseguía. Sin embargo, con el gobierno transitorio del presidente Valentín Paniagua se promulgo la ley que tanto exigíamos y se empezó a implementar la CVR. Con su ayuda, pudimos recolectar datos. En su informe final revelaron que casi 69 mil personas fueron desaparecidas o asesinadas. Después, otros organismos comenzaron a investigar y registraron casi 100 mil víctimas durante el conflicto armado interno. Muchas personas todavía siguen desaparecidas, pero logramos un avance con la CVR.
¿Cree que ha habido avances significativos en cuanto a la búsqueda de justicia?
Después del informe final de la CVR hemos tenido una reparación, aunque no es como nosotros exigíamos. Solo estamos en programas sociales y nos dieron una reparación económica, pero es como un desprecio, pues la vida de una persona no vale 10 mil soles. En ese entonces, ese dinero no alcanzaban para nada, más aun si tenías varios hijos, sobre todo cuando antes se solían tener seis o siete.
Entiendo.
También hemos logrado un proyecto de ley que busca a las personas desaparecidas, sigue vigente hasta ahora. Sin embargo, el gobierno no le presta atención y la CVR sostiene que su implementación depende del gobierno. Por ahora, vemos lejanas las reparaciones, ya que el gobierno no se preocupa por las víctimas. Ellos dicen que ya pasó, pero cuando tienes a ese familiar desaparecido, sin haber sido enterrado o visto, es difícil. Para nosotros, el daño sigue presente. Ahora, el Congreso ha sacado una ley que empodera la impunidad y eso nos preocupa bastante porque nos está atando las manos y retiene lo poco que hemos avanzado.
¿Su caso está judicializado?
Sí. Hubo sentencia en 2017, pero no se cumple con lo dictaminado por el juez. Los culpables deberían de estar en la cárcel por 25 años, pero ninguno de los acusados está ahí. Dicen que una sentencia es justicia, pero no veo justicia porque ya pasaron siete años y ninguno está en la cárcel.
En una entrevista usted dijo que Fujimori se fue en impunidad. ¿Por qué?
El señor Alberto Fujimori también es un violador de derechos humanos y se fue con la conciencia muy sucia. Claro, hizo algunas cosas bien, pero también ha hecho cosas malas. Por ejemplo, comenzó a perseguir a la presidenta de ese entonces, la señora Angélica, diciendo que trabajaba en la embajada de Francia para mantener a los terroristas. De la misma forma nos acosaban a nosotras. Hemos recibido amenazas de muerte y de bombardeo al comedor que teníamos. Los policías venían a llevar comida, aunque no sabíamos para quien o por qué lo hacían. Mi familia desapareció durante el gobierno de Fernando Belaúnde Terry, pero otras personas han desaparecido en el gobierno de Fujimori, por eso digo que se ha ido en impunidad. Hubiera pedido perdón, perdón a su país, eso no es por dinero. El señor, a pesar de que estaba en la cárcel, no reconoció lo que ha hizo.
¿Qué actividades desarrolla ahora el Anfasep?
Actualmente formamos nuestras bases con las familias de otros pueblos y comunidades, donde todavía no se han organizado, pero han formado una asociación. Además, tenemos un proyecto con los abogados que trabajan en Anfasep: realizamos una bajada a las bases o las comunidades para hablar sobre sus derechos y enseñarles para qué sirve el registro único de víctimas o el certificado de acreditación al que se han inscrito, ya que es necesario que lo sepan porque aún nos falta mucho por reclamar. Justo en octubre [de 2024] iremos a la selva de Junín para enseñar y comunicar sobre las reparaciones.
¿Qué espera que logre la asociación, tanto para las familias de las víctimas como para la sociedad?
Esperamos encontrar los restos de nuestros desaparecidos. Todavía nos falta encontrar a muchos, porque ni siquiera hemos encontrado al 50% y deberíamos encontrarlos. Esperamos que las autoridades puedan brindarnos una reparación adecuada, para así poder llorar y velar dignamente los restos de nuestros familiares. También queremos que se termine de construir el Santuario de la Memoria para que sea un espacio de reflexión para todos.
¿Cuál es el mensaje que quisiera dejar a los jóvenes y a las futuras generaciones?
Que reflexionen. Sé que en algún momento serán profesionales y todavía seguirá la lucha, y habrá mucho por hacer. Por eso, les pido que se involucren para que no haya negación de lo sucedido. Hay que ser empáticos con las personas que han sufrido y no olvidar lo ocurrido. También, les recomiendo que visiten los museos. En Lima está el LUM, pues ahí también está nuestra historia. Es importante para nosotros que conozcan nuestro pasado, sobre todo en esta época, para que no se repita.
Sobre Katherine Valladares
Estudiante de Comunicación y Publicidad.