Por Patricia Fernández octubre 10, 2023

Natalia Sobrevilla, doctora en Historia y catedrática en la Universidad de Kent suele brindar un enfoque distinto al que nos enseñan desde pequeños en el colegio. Muestra de ello es su último libro, Independencia. A 200 años de la lucha por la libertad (2021), en donde examina los sucesos y personajes involucrados en el origen de lo que hoy conocemos como Perú.

¿Cómo influye en la actualidad la falta de conocimiento sobre los hechos que condujeron a la Independencia del Perú y la consolidación de la República?

Es importante mantener siempre una visión de la historia que se actualice. El problema de la historia escolar es que tiende a ser binaria –los realistas, los independistas– y deja de lado un montón de complejidades. Además, cada año se refuerza la idea del 28 de julio como la única fecha importante de la Independencia, cuando, en realidad, fue un proceso mucho más complejo que involucró a todas las regiones del Perú. Es muy importante tener una noción sobre qué papel jugaron esas regiones, que hubo momentos de avance y retroceso en el proceso de Independencia y que no podemos decir “estos son los buenos y estos son los malos”.

¿Cómo cambió el sentido de identidad peruana después de la Independencia?

La identidad de la nación peruana se construye después de la Independencia, pues desde ese momento somos parte de algo más grande. Hasta entonces, había una identidad como miembros de la monarquía hispánica, identidades locales, si somos de Lima, si somos de Arequipa. Hay todavía una naciente idea de lo que será el Perú. Después es una nación, y las naciones necesitan y se construyen basadas en esta idea de que todos pertenecemos a un mismo país, que somos ciudadanos de una misma nación y que compartimos estas relaciones.

¿Crees que, en los últimos años, se ha dividido la identidad peruana?

Sí, por supuesto, pero más que sea algo nuevo es más bien que la nación nunca ha logrado tener una visión completamente integrada. La primacía y centralidad de Lima ha llevado a que se conserve el regionalismo, es decir, que las personas de Arequipa, Trujillo, Ayacucho o Cusco mantengan estas ideas de su propia localidad y su importancia regional. En el momento de la Independencia, Lima, Arequipa y Cusco tienen el mismo número de habitantes. Más que divididos, diría que la centralidad de Lima y la migración masiva que la hace aún más populosa hacen que las otras regiones vayan perdiendo espacios.

¿Por qué se cree que la lucha por la Independencia fue únicamente de españoles contra peruanos cuando, como mencionas en tu libro, fue un “conflicto entre hermanos”?

En realidad, no fue entre españoles y peruanos, pero tampoco era entre peruanos y peruanos. Era entre personas que compartían una serie de cosas.Algunas habían nacido en España y otros habían nacido en las Américas, no solo en Perú, sino Bolivia, Argentina, Chile. Lo que sucede es

que durante estas guerras se forma una identidad separada. Es a través de la guerra misma que se va concibe qué es España y qué es Perú. Ahí empieza este proceso. Hasta entonces, todos eran parte de un espacio en el que se consideraban iguales, en el sentido de ser españoles.

¿Cuál es la relación entre la Independencia en el Perú y otros movimientos independentistas en América Latina?

Es parte de una corriente, no un caso aislado. Es una situación que ocurre primero por una crisis en la monarquía española provocada por la invasión de Napoleón a España. Esto derivó en la creación de juntas independientes en diferentes lugares de América del Sur, quienes dicen ser los encargados del gobierno ante la ausencia del rey. Esto suscita una rivalidad entre ellas y el virrey del Perú, lo que, sumado a otros sucesos, desatan las guerras de Independencia. No se puede entender la Independencia peruana sin entender el contexto continental e incluso transnacional a principios del siglo XIX.

¿Cuál fue el rol de las mujeres en el proceso de la independencia?

Tuvieron un rol muy importante, pero olvidado. Participaron de maneras diferentes. Jugaron papeles a veces secundarios, pero no por ello menos importantes. Por ejemplo, muchas acompañaron a los soldados durante todas estas campañas bélicas. Si bien no eran las que empuñaban las armas, eran las que sostenían al ejército. No se puede organizar un ejército sin mujeres. Por otro lado, las mujeres de élite conspiraban, organizaban eventos, trataban de convencer a los oficiales de un bando para que se cambien a otro, hacían colectas, ponían sus joyas en venta.

En tu libro mencionas que la Independencia fue un “complicado proceso que comenzó mucho antes y terminó mucho después”. ¿Cuándo crees que ocurre realmente la Independencia del Perú?

El proceso de cuestionar la autoridad española comienza con Túpac Amaru y termina con la capitulación de Ayacucho. Diría que a partir de 1826, después de la capitulación del Callao, se empieza a organizar un Estado peruano como el que conocemos hoy.

¿Por qué se reconoce más el 28 de julio?

Es algo que está cambiando. Hemos tenido momentos donde se ha reconocido y celebrado más la batalla de Ayacucho [9 de diciembre 1824]. Te prometo que el próximo año no dejarás de escuchar “Ayacucho” porque será el Bicentenario [2024]. Es algo cíclico que resurge, pero, por supuesto, la centralidad de Lima tiene mucho que ver. No es casualidad.

¿Cuál crees que fue la razón por la que, pese a la Independencia, la sociedad no enfrentó cambios significativos?

Existieron cambios políticos significativos, pero socialmente cambiaron pocas cosas porque en el siglo XIX todavía había esclavitud y las personas estaban en un proceso de entender la igualdad. Supuestamente, hablan de que todos somos iguales, pero solo hablan de hombres blancos que tienen propiedades. Entonces, es un proceso progresivo que abarca el siglo XIX, el siglo XX e incluso ahora.

¿Cuán importante es que los jóvenes se involucren en historia y política?

Es muy importante porque para entender el presente, tenemos que conocer el pasado. Debemos tener una visión crítica e informada de cómo hemos llegado a tener la sociedad que tenemos hoy. Para ello, necesariamente debemos saber de dónde partimos.

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