Por Gonzalo Alonso Bedoya Ramírez agosto 16, 2024

Cualquier peruano habría pensado que a la presidenta Dina Boluarte no le gustaba hablar, a juzgar por los meses de desconexión con la prensa y su negación a dar declaraciones. Tal vez cambió su perfil (porque de perfil cambia bastante).

Por ello el desconcierto masivo ante la insólita verborragia que lució al brindar el Mensaje a la Nación el pasado 28 de julio. Durante cinco horas, Boluarte se dedicó a lanzar cifras que no cuadraban y promesas inverosímiles que flotaban sobre las cabezas de varios congresistas dormidos.

A continuación, y de forma muy breve —por respeto a mi salud mental y a la del lector—, revisemos algunos de los datos esgrimidos por “la mamá del Perú” (quien, por cierto, no ha tenido reparos en rebotar sus insultos contra otras madres).

Por ejemplo, dijo que el 99.6% de los peruanos tiene acceso al Seguro Integral de Salud (SIS), pero la cifra real sería 89,1%, según la última Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), realizada durante el primer trimestre de 2024 y publicada en junio.

También resaltó que se destinaron más de S/200 millones para la construcción de 26 colegios modulares. En realidad, el ministro de Educación ya había revelado, en entrevista con TV Perú el 14 de mayo, que la cifra de aquella inversión es de S/135 millones.

Hubo espacio para más descaros. “Para nuestro gobierno las poblaciones amazónicas son prioritarias”, dijo. Teniendo en cuenta que han asesinado líderes indígenas en la Amazonía y el abuso de más de 500 niñas awajún, podemos concluir que la incoherencia es una «práctica cultural» para la presidenta.

En vano, intentó que ese bodoque impreso con porte de diccionario le sirviera de escudo para protegerse del 85% de desaprobación.

En general, fue un mensaje impreciso y distante de la realidad, repleto de oraciones que parafraseaban a las anteriores como si el objetivo fuese romper un récord. Uno pensaría que las cinco horas tenía como objetivo que la gente se aburra, se confunda o se canse de escucharla.

De hecho, la confusión fue tal que la propia mandataria tropezó en algún momento, dejando en evidencia que no escribió su discurso.

Lo cierto es que, durante esas cinco horas, todos —incluyendo a los jugadores de Dota, y eso ya es decir bastante— pudieron hacer cosas más productivas. Ir al cine para ver Deadpool & Wolverine un par de veces, terminar dos cursos de Doméstika o sintonizar los Juegos Olímpicos para apoyar a nuestra surfer Sol Aguirre.

Es muy probable que no escuchemos a la presidenta así de largo y tendido hasta el 28 de julio de 2025. Deseo, casi con más fuerza que el fin de la delincuencia, que la presidenta deje a un lado su ambición por romper récords en el triatlón de la palabra y nos entregue una exposición menos maratónica. Algo más como un TedTalk o un TikTok de hopecore.

Ah, y, de ser posible, una en la que responda los cuestionamientos de un país que la repudia y le recuerda, cada vez que puede, que debe irse.

 

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Sobre Gonzalo Alonso Bedoya Ramírez

Hago periodismo para retratar realidades, para contar las historias que los gestos esconden. Así como dijo García Márquez, también creo que el deber revolucionario de un escritor es escribir bien.

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