Romy Sicha Por Romy Sicha agosto 10, 2025

Reproduje Vaca Vaca sin pensarlo, pues me llamó la atención el nombre.

«¿Se tratará de las vacas?», me pregunté con ingenuidad, pero cuando la escuché, sentí unos tonos alegres propios de una canción infantil. Escuché sonidos que me recordaron a la quena o zampoña, que evocaban sentimientos antiguos, mientras los bombos andinos marcaban un ritmo suave y constante. Era una melodía repetitiva, simple y corta. A los pocos segundos me di cuenta de que estaba llorando.

Y, de pronto, recordé los hermosos días en los que solía estar con mis abuelos. Ellos eran de Apurímac y hablaban quechua todos los días: para cocinar, para rezar, para reír. No me llamaban Romy, que es mi nombre; me decían Rumi, piedra en quechua, un apodo que guardo con mucho cariño y amor en mi corazón.

Vaca, Vaca me regresó a esos días en los que tomaba sopa de chuño en Yawar plaza, el rico sabor de la chicha de jora, el calor de las fiestas patronales. Me trajo las yunzadas, las corridas de toros y esos momentos en que mis abuelos chaccaban coca por las tardes. Me vi a mí misma, chiquita, corriendo por Mamara, entre los carneros, caballos, ovejas y entre las ollas de barro. Ahí, entre todo eso, escuché sus voces, como si nunca se hubieran ido: “Rumi, hamuy mikhuq richun” (Rumi, ven, vamos a comer).

Y lloré.

Lloré porque no sabía cuánto necesitaba volver ahí. Porque me di cuenta de que aún no los he superado. Que todavía busco a mi abuelo entre los libros de colorear que me regaló, entre la ropa de mi abuela que me dejó o entre las canciones en quechua que me enseñaron.

En ese momento entendí que Vaca Vaca va más allá que una simple canción. Parece repetitiva, pero nace de algo que es real y doloroso: una vivencia de la propia Magaly Solier. Cuando ella tenía 9 años, un huayco arrasó con su comunidad y casi todos los animales de su familia. Ella veía como las vacas, pavos, cerdos y burros estaban siendo arrastrados por el lodo. Colgada de un árbol, logró salvarse.

Años después, convirtió ese miedo en canto en quechua. Eso me conmovió todavía más, ya que ese idioma fue el primero que escuché en casa y el que usaban mis abuelos para criarme, educarme, cantarme y con el que me amaban. Crecí escuchándolo a diario, y aunque no lo aprendí del todo, lo sentí siempre como parte de mí. Y ahora, me duele ver cómo se está perdiendo por completo en nuestro país. En las escuelas casi no se enseña, en las ciudades se esconde, a veces se burlan de él y en los hogares ya no se habla.

Y eso me hace pensar en todo lo que estamos olvidando. Porque si el quechua se pierde, no solo se va un idioma: se van memorias como las de Magaly Solier, se borran recuerdos como los míos y desaparecen historias que no se pueden contar en otro idioma. Por eso, admiro y valoro lo que hace Magaly al cantar su álbum Warmi (2009) en quechua. Porque cuando canta así nos recuerda que el idioma está vivo y que no hay razón para esconderlo, ni para sentir vergüenza. Vaca Vaca parece simple, pero te toca en lo más profundo.

Si alguien me pidiera una recomendación para conocer la faceta musical de Magaly Solier, sin duda sería esta canción.

Tags:
Autores
Romy Sicha
Sobre Romy Sicha

Estudiante de Comunicación y Publicidad. Me gusta tomar fotos que cuenten historias, escribir para conectar con las personas y preparar postres que alegran el día.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *