Mi mamá me llama casi todos los días para darme la misma advertencia: "cuídate, no saques el celular, ten cuidado con la gente". Su voz siempre cargada de una preocupación que refleja un miedo que no es solo suyo, sino de una sociedad que vive bajo una constante sensación de amenaza. Un miedo que crece con cada titular de prensa, con cada reportaje sobre la violencia y la inseguridad. Es triste ver cómo un pedazo de su corazón se queda conmigo cada vez que salgo de mi casa.
Yo pienso que este es el resultado de vivir en una sociedad donde las noticias están al alcance de nuestras manos a toda hora. Después de la pandemia, la digitalización nos expuso a un bombardeo de sucesos que impactan nuestra salud mental. Según una encuesta realizada a terapeutas por Grow Therapy reveló que el 99,6% de ellos coincidió en que la exposición a las noticias afecta negativamente la salud mental. Este dato no es menor, pues nos indica que el problema no es una simple percepción, sino una realidad clínica.
En el Perú, la situación es especialmente difícil. Según el Sistema de Información de Defunciones (Sinadef), se han registrado más de 1200 homicidios violentos en lo que va del año. De esos homicidios, muchos terminan convertidos en titulares y repetidos una y otra vez, ya sea en la televisión, en titulares de las redes sociales, o en reportajes detallados, que crean un estado de inseguridad que impacta directamente en la salud mental de los televidentes.
Muchas personas han optado por la solución más simple: evitar por completo las noticias. El Instituto Reuters halló que el 39% de las personas en distintos países evita informarse a menudo por salud mental.
En nuestro país, esta situación se traduce en una constante sensación de amenaza que muchos peruanos experimentamos cuando salimos a trabajar, estudiar o simplemente a comprar a la bodega. Un estado de alerta permanente que, según un reporte del diario El Peruano, afecta a ocho de cada diez peruanos.
Los medios lo saben: el morbo vende. Al priorizar el sensacionalismo y los enfoques dramáticos, convierten la comunicación en un negocio de emociones más que en un servicio de información. Titulares como “¡MASACRE EN CHORRILLOS!” o “EL CRIMEN TE ACECHA EN CADA ESQUINA” no buscan informar, sino construir un clima de inseguridad que se mete en nuestra mente, como el miedo de mi mamá. Esta percepción no es solo personal. El Informe de Consumo Radial y Televisivo 2025 del Concortv revela que los noticieros dedican demasiado espacio a robos y asesinatos en su mayoría en Lima, y que apenas el 41% de los peruanos cree que informan adecuadamente.
Frente a esta situación, muchas personas han optado por la solución más simple: evitar por completo las noticias. El Instituto Reuters halló que el 39% de las personas en distintos países evita informarse a menudo por salud mental. En nuestro país, el Concortv ya advertía durante la pandemia que ver menos noticias podía reducir problemas de ansiedad, lo que muestra que la tendencia también está presente aquí.
Es una reacción comprensible, y yo misma lo he hecho muchas veces. Me he alejado de las noticias porque sé que siempre giran en torno a la corrupción, los homicidios y las tragedias. Sin embargo, el problema no termina ahí. El no mantenerme informada se convierte en otro ciclo de ansiedad, donde siento que estoy fuera de lo que pasa en el mundo. El periodismo tiene el poder de informarnos sin dañarnos, pero muchas veces elige el camino del sensacionalismo. Para mí, la salida no es desconectarnos, sino aprender a filtrar lo que vemos. Podemos elegir qué consumir, exigir una comunicación más ética y proteger así nuestra tranquilidad. La ansiedad que nos venden no tiene por qué convertirse en nuestra normalidad.
Porque si los medios cambiaran su manera de contar la realidad, quizás mi mamá dejaría de despedirme con miedo y volvería a hacerlo solo con amor.
Sobre Michelle Huarcaya
Estudiante de la carrera de Comunicación y Publicidad, enfocada en el área de diseño gráfico. Me gusta dibujar, bailar danzas del Perú y viajar también, soy una persona introvertida con gustos por los videojuegos y el anime.






