Mi hermano ponía Radiohead en el auto, con la música a todo volumen. Yo odiaba que los escuchara. No soy fanática del rock alternativo, menos del rock alternativo en inglés. Sin embargo, este texto es una manera de agradecerle, pero también es una disculpa, pues critiqué a un gran grupo solo por no querer salir de mi zona de confort.
Radiohead conectó conmigo el día que entendí que eran igual de humanos que yo, y eso fue recién hace un par de semanas. Su álbum The Bends, lanzado en 1995, no buscó gustar, sino reflejar lo que vivía la banda y cómo se sentían con la inminente fama luego de probar el éxito con el disco Pablo Honey (1993). Escucharlo fue como intentar respirar entre heridas abiertas. Sentí una mezcla de vértigo con las primeras canciones y desconexión a la mitad del álbum. Pero solo hubo una canción que verdaderamente tocó fibras de mi corazón: The Bends.
El título de esta canción, que es también el nombre del álbum, es la clave. Bends es la enfermedad que padecen los buzos cuando ascienden de las profundidades demasiado rápido a la superficie, y eso mismo le pasó a la banda. Escuchar esta canción de manera repetitiva me estremeció. Cada vez que volvía a escucharla descubría algo nuevo: en la melodía, en la letra, en cómo me hacía sentir. Cada vez que repetían «I wanna live, breathe» sentía un gran vacío en el pecho, entendiendo que estas palabras tenían algún poder sobre mí, tal vez sobre cómo veo y siento al mundo. Al igual que ellos, la falsedad e inmediatez de la sociedad es algo que me agobia, algo que no me deja respirar.
Tras el éxito de Creep, Radiohead no podía convertirse en un one hit wonder, y tampoco iban a seguir una fórmula de éxito de la época como el brit pop, al igual que Oasis o Blur. Todo lo que representan estas bandas fue criticado o mencionado en las letras de este álbum, y de la canción. «I wish it was the sixties, I wish I could be happy» es una referencia a una época de la música que se sentía real, con significado. Lo que ellos no imaginaron fue que trascender con este segundo álbum los atraparía en la fama que los deformaba.
En medio de esa frivolidad, Radiohead eligió mirar hacia adentro. Escribieron canciones sobre la falsedad, el agotamiento y la pérdida de identidad. Fake Plastic Trees, Planet Telex y The Bends suenan a un intento desesperado por escapar de un ruido que no cesa, buscando una pizca de realidad entre tanto brillo artificial.
Escucharlos es entender esa lucha entre querer gritar y no tener aire. Hay algo muy humano en esa contradicción: ascender, alcanzar lo tan deseado, pero sentir que cuanto más alto llegas, más te ahogas. Cada verso parece un intento de respirar bajo el agua. Yorke, el vocalista de la banda revela en su voz el miedo de perderse, pero también la necesidad de seguir creando, aunque duela.
Por eso este disco me sorprendió. No busca impresionar, solo existir siendo auténticos, siendo ellos. En una época donde todo parece medirse por la atención inmediata, The Bends me recuerda que lo auténtico no necesita brillar para ser profundo. Escucharlo se siente como bajar otra vez a las profundidades: incómodo, necesario y, si lo haces por tercera vez como yo, extrañamente hermoso.
Sobre Fabiana Arbaiza
Estudiante de Comunicación y Publicidad.






