Yoán Valencia, mejor conocida como Charrita Peruana, es una artista que ha hecho del anime una herramienta para construir comunidad. Con más de 77 mil seguidores en TikTok, lidera espacios donde lo friki, lo artístico y lo social se mezclan sin prejuicios.
Tiene 29 años. Ha estudiado dos carreras Administración e Ingeniería Empresarial y su energía la ha llevado a organizar eventos masivos, fundar una academia y convertirse en una figura clave de la cultura otaku en Lima. En esta conversación, nos habla de su amor por One Piece, su evolución como animadora, su etapa de serenatas durante la pandemia y cómo combina arte, comunidad y activismo en un solo proyecto.
Tu agenda parece estar llena. ¿Cómo manejas tantas cosas al mismo tiempo?
Sí, hasta me da pena. Hoy, por ejemplo, me escribió un amigo que hace stand-up, Guille Neyra, para invitarme a una presentación con el Grillo, y no puedo. Desde el domingo ya estoy organizando mi semana. Igual aparecen más cosas. Ahorita también estoy con un horario laboral. Salgo como a las seis y de ahí directo a eventos o coordinaciones de proyectos. Y los fines de semana también, ahora con la Shonen Academy.
Con tantos eventos, talleres y shows, estás muy expuesta al público. ¿Te consideras una persona extrovertida?
Sí tengo un lado genuinamente extrovertido. Pero, con el paso del tiempo, he empezado a conocer el concepto de batería social. Es un reto. A veces no me siento de humor, pero mi trabajo lo demanda.
¿Cómo recargas esa batería social?
Algo que tengo claro es que la motivación no es suficiente. Es un impulso, pero no te sostiene. Primero es la responsabilidad: si te contratan o diste tu palabra, debes cumplir. Es tu profesionalismo. Segundo, disciplina. Para mí, la disciplina es fuerza mental, algo que trabajo constantemente. No se trata de querer, sino de predisposición y compromiso. Al final, chamba es chamba.
Empezaste dando serenatas en la pandemia y hasta compusiste una canción, Sin título, en 2020.
¡Dios mío, me has hecho un recontrastalkeo! (risas). Sí, fue en plena pandemia. Siempre me ha gustado la música, pero en ese momento me di cuenta de que no quería que fuera solo para entretener. Siento que si tengo esa herramienta, quiero usarla para decir algo que realmente importe. Justo había salido una noticia bien fuerte sobre discriminación en Estados Unidos, y me dejó súper sensible. Hay demasiada injusticia hasta el día de hoy, y quiero sensibilizar a las personas sobre este tema.
¿Volverías a escribir canciones o dar serenatas?
Es cuestión de tiempo. En la pandemia podía tomarme todo el día para inspirarme, escribir, explorar géneros y grabar. Ahora, con todo lo que hago, me cuesta encontrar ese momento. Además, como hace tiempo no compongo y siento que estoy un poco oxidada. Tendría que reconectar con esa vibra creativa musical, porque es muy distinta a la que uso cuando hago contenido para redes. Son procesos diferentes.
Has animado eventos grandes. ¿Cómo fue tu primera experiencia como host?
Tengo una experiencia que me marcó mucho: un evento de One Piece para 800 personas en 2023. Antes de eso, solo había hablado en exposiciones para la universidad. Era como lanzarse a la piscina sin saber nadar. No habíamos contemplado la animación. Mi socio Jorge me dijo: “tú”. Y yo nunca había hecho eso. No tuve tiempo de pensarlo. Me lancé con miedo, improvisé. Hoy digo que todo estuvo mal.
¿Por qué?
Porque di lo mejor, pero no tenía estructura, ni una introducción clara de mi rol. Además, estaba animando y produciendo al mismo tiempo. Eso no debe pasar. La mayoría del público no me conocía, iban por el anime. Algunos sí me ubicaban, pero otros casi me lanzaban un tomate. Poca gente es consciente de lo valiente que es exponerte a un público que no te conoce. Algunos detestaron mi trabajo, otros lo amaron. Al principio me dio pánico escénico, no quería volver, pero lo trabajé. No iba a cohibirme por una mala primera experiencia. Luego me llamaron a otros eventos, y pensé: «¡algo hicimos bien!»
¿Cómo nació ese proyecto?
Por el amor a One Piece. Mucha gente quería ver en pantalla grande el anime. Íbamos a hacer algo para 200 personas, pero se cayó el local porque no les gustó la idea de que vayan personas con cosplay. Jorge sugirió el Teatro Canout. ¿Con qué presupuesto? ¿Con qué experiencia? Al inicio no estaba convencida. Pero luego pensé que la falta de presupuesto es una excusa, siempre se puede hacer algo. Y la experiencia se gana haciendo. Nos lanzamos por One Piece y logramos crear toda una experiencia.
Hay una foto del cartel del teatro, con tu nombre gigante. ¿Fue de lo más emocionante que hayas vivido?
Fue épico. Como el nombre del evento era muy largo, pusieron “Charrita Peruana” gigante. Pero lo más emocionante fue cuando en un Fan Fest de Kimetsu no Yaiba con Cineplanet, una niña de 13 o 14 años subió a cantar Bluebird, muy nerviosa. Me recordó a mí en el Canout. La ayudé con la letra. Después me escribió agradeciendo. Luego se unió a nuestra comunidad, los Charrinakamas. Para mi cumpleaños me escribió una carta recordando todo. Ver cómo algo tan pequeño repercutió así en alguien, eso es lo más emocionante.
¿Todavía te identificas con el nombre Charrita Peruana o has pensado en cambiarlo?
Sí, lo pensé. Varias veces hablé con amigos y mi equipo sobre cambiarme a solo Yoán, pero ya creé marca con ese nombre. Me preguntaba por qué lo usé cuando me viralicé con anime, si podía ser Yoán Senpai, por ejemplo, pero ahora me parece perfecto, es único. Además, nació en México, cuando me puse un sombrero de charro y mi hermana me dijo: “¡Qué linda, una charrita!”, porque soy un piojo. Y como canto por todos lados como si fuera un mariachi y me he dado cuenta de que amo la música mexicana, acepté. Charrita porque sí, Peruana porque no soy mexicana.
¿Cuál fue el primer anime que viste que realmente te marcó?
Fue entre Digimon y Sakura Card Captor, pero el que más me marcó fue Naruto. En mi adolescencia me inspiró mucho. Naruto, el protagonista, es subestimado, el “payaso”, pero trababa duro. Me sentí muy identificada. Me enseñó que, aunque no seas buena en algo, puedes lograrlo con esfuerzo. Y, bueno, One Piece para mí ha sido una guía en la vida adulta.
¿Qué te motivó a cambiar tu contenido en redes?
Subí un video cantando un opening de Naruto por diversión. Se viralizó. Saqué otro y también se viralizó. Me identifiqué, vi que a la gente le gustaba lo mismo que a mí. Y así se fue dando. No fue una decisión, fue un proceso natural.
Comentaste que no les dejaron utilizar un local por no ser muy bien recibido el mundo otaku. ¿Cómo ves ahora la comunidad en Perú?
Ha cambiado mucho. En los 90 y 2000 fue difícil, con mucho bullying, porque la cultura japonesa era desconocida y rara para muchos. Ahora la situación mejora y la comunidad crece. Hoy hay varias marcas que ya cambiaron su mindset. Por ejemplo, lo noté primero con Cineplanet. No solo con lo otaku, sino también con lo geek en general.
Tienes dos carreras: Administración e Ingeniería Empresarial. ¿De qué manera te han ayudado en tu vida en este mundo?
Me dieron el mindset para sacar adelante mis proyectos. Siempre he sido súper artística y apasionada, pero me faltaba ese lado más estratégico comercial. En este mundo tienes que saber cómo manejar tus ingresos, porque si no, no sobrevives. Por ejemplo, cuando me robaron el celular, me dio cólera. No solo perdí mi herramienta de trabajo, sino que tuve que buscar chamba de inmediato para poder comprarme otro, pues no podía esperar a que las marcas paguen, ya que a veces se demoran meses. Y todo eso me hizo pensar aún más en la inseguridad que vivimos en Lima. La gente ya ni puede reaccionar porque los choros están armados. Yo he querido canalizar esa cólera. De verdad creo en la educación como forma de cambiar las cosas. Por eso también le doy con fuerza a la Shonen Academy.
Cuéntanos sobre Shonen Academy.
Es nuestro bebé favorito. Shonen busca promover el crecimiento personal a través del arte y el anime. Comenzamos con pintura y acuarela, y trabajamos con distintas municipalidades para que el costo no sea una barrera. Mucha gente piensa: “¿Para qué voy a pagar tanto si no me voy a dedicar a eso?”, pero no se trata de eso. El arte te transforma, y solo viviéndolo te das cuenta de lo que puede generar.
¿Las clases son gratis? Eso no es común.
Sí, las clases son gratis o súper accesibles. Por ejemplo, las de japonés son virtuales, cuestan 40 soles al mes y las dicta una nativa, con enfoque en el examen oficial de competencia en japonés. También tenemos talleres de pintura, acuarela, salsa, K-Pop. Todo en alianza con municipalidades como Jesús María y Miraflores, porque la idea es romper barreras económicas. Eso lo venimos empujando con Jorge, mi socio, desde que unimos fuerzas con nuestras ideas educativas. Este año hicimos la expo Josei no Chikara, por el Día de la Mujer, para visibilizar la fuerza femenina en el anime. Queríamos romper con la idea de que el anime solo sexualiza a las mujeres, y mostrar personajes femeninos fuertes, que inspiran. Además, nuestros alumnos expusieron su arte junto a artistas de Bellas Artes, lo cual es bravazo, porque no siempre se le da ese espacio a quienes recién están empezando.
¿Qué le dirías a alguien que ama el anime, pero tiene miedo a mostrarlo por los prejuicios?
Que las cosas están cambiando y que no están solos. Cada vez más personas valoran el arte y el anime. Hay que ser uno mismo; si a alguien no le gusta, simplemente no es la persona correcta. No necesitamos en nuestra vida gente que no sabe aceptar quiénes somos.
¿Qué sigue para Charrita Peruana y el mundo geek?
Seguimos creciendo con Shonen Academy. También estamos preparando nuevos proyectos para la marca Charrita y sigo participando en Ninja House Show, un podcast geek en el programa “Animes y Ramen” que va todos los lunes a las nueve de la noche.
Sobre Allison Aguilar
Estudiante de Comunicación y Publicidad.






