Alessandra Quiñones Por Alessandra Quiñones septiembre 21, 2025

¿Y si pudieras olvidar a tu ex, recuerdos indeseados, momentos vergonzosos, traumas y hasta errores del pasado? Esta es la propuesta de Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), película de ciencia ficción que, sin quererlo, se convirtió en una de esas películas que enseñan lo complicado que es el amor.

Dirigida por Michel Gondry y escrita por Charlie Kaufman, trata del miedo que tenemos de enfrentar nuestros propios sentimientos y vivir aquellos procesos dolorosos, pero necesarios, que contribuyen en nuestro desarrollo personal. Más que un drama, invita al espectador a reflexionar sobre sus experiencias y la necesidad humana de huir del sufrimiento. Aunque tiene muchas aristas psicológicas, no deja de ser una película sobre el amor. A pesar de haberse estrenado hace más de veinte años, la trama es atemporal, pues ¿quién no ha deseado olvidar un amargo amor y vivir sin dolor?

La cinta presenta a Joel Barish (Jim Carrey) y Clementine Kruczynski (Kate Winslet), una pareja que, tras terminar su relación, acude voluntariamente a Lacuna Inc., una clínica que promete borrar el sufrimiento eliminando recuerdos. De esta manera, evitan las etapas del duelo y el tormento después de una ruptura. Clementine es la primera en hacerlo y Joel, impulsado por el resentimiento, la sigue. Pero al actuar desde emociones negativas, el resultado es paradójico y su cerebro hace que recuerde con más intensidad la relación, haciendo que las emociones regresen.

Aunque inicialmente Joel insiste en olvidarla, al despertar durante el proceso —como en un sueño lúcido—, se da cuenta de que no es lo que realmente quiere. Olvidar a Clementine implicaría no solo perder su presencia en su vida, sino también parte de su propia identidad y crecimiento. Como dijo Borges: “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.

A medida que Joel intenta aferrarse a los momentos felices, la narrativa se vuelve más compleja, pues comienza su conflicto interno entre el deseo de evitar el dolor y la necesidad de conservar el amor. Aceptar lo que nos lastimó es parte de aprender y evitar repetir errores. Eso es lo que rescato de esta película: aunque duela, si algo es valioso, es imposible olvidarlo. Se convierte en parte de nosotros. 

La primera vez que la vi, me sorprendió la actuación de Carrey, más conocido por sus roles cómicos, pero aquí nos ofrece una interpretación emocionalmente compleja, logrando que me refleje en su proceso y entienda sus decisiones. Sin embargo, lo que convirtió a esta película en una de mis favoritas en Letterboxd, fue el personaje de Clementine. 

Lejos de ser una clásica «manic pixie dream girl« estereotipada, es compleja y muestra una profundidad emocional que va más allá de simplemente ser la musa del protagonista masculino. Nunca es un accesorio de Joel, ya que tiene sus propias preocupaciones, dudas y arrepentimientos. Su mayor miedo es ser alguien olvidable, por eso actúa como un torbellino sin intentar encajar. Por eso entiendo que su pelo colorido, su personalidad explosiva y su forma de amar con intensidad la hacen auténtica en un mundo de apariencias. Puede parecer extravagante, excéntrica o incluso “loca”, pero en el fondo solo es una mujer que lucha por descubrir quién es y si alguien la ama de verdad. Eso hace que me identifique con ella y diga: “soy esa”.

Esta película me ayudó a entender mi propio duelo tras una ruptura y a ser más compasiva conmigo misma. Me la recomendó un chico hace tres años, justo después de terminar. Pero no fue hasta el año pasado, cuando volvimos a hablar, que finalmente la vi. Entonces entendí que las segundas oportunidades no sirven para repetir errores, sino aprender de ellos y vivir el presente, algo que este filme enseña a valorar.

Los recuerdos —dolorosos o felices— son parte de la vida. Nos hacen crecer, madurar y al final, ser quienes somos.

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Alessandra Quiñones
Sobre Alessandra Quiñones

Estudiante de Comunicación y Publicidad. Amante del cine, el R&B y los makis. Ser curiosa me impulsa a aprender cosas nuevas y salir de mi zona de confort. De niña quería ser como Hannah Montana; de grande, quiero ser como David Fincher.

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