Por Stephany Saca septiembre 23, 2025

A sus 37 años, Erick Piskulich Negrillo no solo es uno de los cirujanos bariátricos más jóvenes y reconocidos del país, sino también una voz influyente en redes sociales. Su estilo combina ciencia, empatía y comunicación para derribar estigmas y transformar vidas desde el quirófano y desde la pantalla. En esta entrevista, cuenta su historia personal con la obesidad, el origen de su vocación y cómo nació su faceta como “médico influencer”.

En tu página web mencionas que viviste con sobrepeso desde pequeño y llegaste a pesar 128 kilos. ¿Cómo fue este proceso?
Todo comenzó desde el embarazo de mi madre. Nací por cesárea, lo cual, según se ha demostrado, puede aumentar el riesgo de obesidad futura. Desde los 3 meses me dieron papillas, a los 6 ya no tenía lactancia materna y antes de los 2 años ya consumía bastante azúcar. Vivía en una familia peruana típica, donde se repetía el discurso de “no te levantas de la mesa hasta acabar todo”, o “si no te portas bien, no hay postre”. Crecí con malos hábitos. Cuando vivía en Costa Rica, entre los 4 y 7 años, mi mamá me llevaba diariamente a tomar milkshakes para “tomar leche”. Tuve obesidad infantil y eso te marca para siempre. Puedes verte flaco, pero la enfermedad siempre la vas a tener. En la adolescencia yas tenía un sobrepeso muy notorio que implicó muchos problemas de autoestima, sobre todo en los años noventa, donde ya se hablaba de obesidad, pero no era tan notorio. Llegué a la universidad y todo se desbordó porque era una persona muy sedentaria y así es que llegué a pesar 128 kilos.

¿Y en qué momento tomaste la decisión de hacer un cambio drástico?
En la universidad. Estaba en tercer año de medicina y una noche tuve un episodio de apnea del sueño: me ahogué mientras dormía y me asusté. Empecé a investigar y me di cuenta de que tenía que parar. Además, en esa época audicioné para una banda muy conocida y cuando no me llamaron, uno de los integrantes me dijo que estaba “muy gordito” para la imagen de la banda. He sido músico toda mi vida, eso me golpeó fuerte. Al día siguiente rompí mi chanchito, fui a una nutricionista, un psicólogo y empecé a entrenar. Así empezó mi transformación.

Entonces tu baja de peso no fue por una cirugía bariátrica, sino a punta de dieta y ejercicios.
Sí, claro. Cambié mi estilo de vida e incluso ya me pasé para el otro lado. Empecé a contar mis macros, calorías, proteínas, carbohidratos, y demás. Por ejemplo, si salía un viernes en la noche y me tomaba un par de cervezas con mis amigos, el sábado le metía tres horas de cardio, porque seguía con esa mentalidad ignorante de que las calorías que comes son las calorías que gastas al día siguiente, de modo que lo «compensaba». Hacía bulimias no purgativas; si comía algo que no debía, al día siguiente me exigía el doble. A eso me refiero con que me pasé para el otro lado. Era un trastorno de conducta alimentaria.

¿Fue tu experiencia personal la que te motivó a especializarte en cirugía bariátrica?
Sí, siempre quise ser médico y siempre quise ser cirujano. Al inicio quería ser oncólogo, pero a lo largo de la carrera me di cuenta de que no era para mí. Luego me quedé con la idea de ser cirujano digestivo, terminé la especialidad y por un yan-ken-po que perdí en una guardia, conocí a un anestesiólogo que me habló de Clínica Avendaño. Había escuchado de la cirugía bariátrica, pero no le di mucha importancia, pero al llegar aquí y conocer a los pacientes me di cuenta de que me identificaba con ellos. Al haber vivido con obesidad toda mi vida, entendía sus luchas, sus emociones, sus recaídas. Por eso supe que esta era mi misión.

¿Cómo manejas la parte emocional y psicológica de tus pacientes?
La cirugía bariátrica no es solo cortar estómagos. Hay que trabajar de la mano con lo emocional, psicológico y hasta lo psiquiátrico. A veces los pacientes necesitan medicación porque hay neurotransmisores que no funcionan bien en el cerebro. Los pacientes con obesidad siempre vienen con algo, por eso el trabajo con los psicólogos y psiquiatras es vital. Lo viví en carne propia, así que sé que, sin ese apoyo integral, el cambio no es sostenible.

Eres uno de los médicos mejor posicionado en redes sociales. ¿Cómo surgió esta idea de ser un “médico influencer”?
Me gradué como cirujano bariátrico subespecialista y endoscopista a los 28 años, lo cual aquí en Perú es inusual. Y el tema de mi edad me llevó a pensar: “¿quién se va a querer operar con el chibolo? Tengo que ganar nombre y catalizar una reputación de mi formación”. A raíz de eso, empecé a investigar sobre redes sociales y me di cuenta de que en Perú nadie hablaba de obesidad sin culpas ni prejuicios.

Es cierto.

En 2017, comencé a usar redes sociales como una plataforma para educar. Con una amiga diseñamos al personaje de “Doctor Piskulich”, un médico jovial que hablaba a un público joven sobre obesidad, cómo combatirla y cirugía bariátrica, que en ese entonces se creía que esta cirugía era igual a la muerte. Lo empezamos a manejar como una banda musical e incorporamos diseñadores, asesores, community managers, abogados, etc. Yo me lancé diciendo que era un “influencer médico” y al principio muchos colegas me criticaron, incluso el Colegio Médico. Pero hoy en día me invitan al Colegio Médico a hablar sobre cómo hago que mi algoritmo llegue a personas en un rango de 20 a 30 años y cómo comunicar medicina en redes. Nunca pensé que estaría sentado en la mesa oval con el decano hablando de estos temas.

¿Cómo logras el equilibrio entre educar e informar sin caer en trivializaciones?
El eslogan de “Doctor Piskulich” en redes sociales es: informar sin conflicto de interés, de manera rápida, clara y entretenida. Tengo un equipo que organiza grabaciones, revisa tendencias y crea guiones. Yo soy médico, si no estoy en el quirófano, estoy revisando pacientes o viajando a dar conferencias. Se tiene que hacer pautas con tu community, todo está planeado. No se trata de hacer “show por show”. Aunque a veces hay controversias, lo importante es que el mensaje médico final llegue y la gente aprenda.

¿Cuáles son tus objetivos o expectativas con tus proyectos como “Doctor Yutub” e “Historias que sanan”?
¿Quieres que te dé la respuesta marketera o la feeling? (risas)

Un poco de todo.
Cada persona tiene una historia que debe ser contada y que cuando la gente la escuche, haga catarsis, lo interiorice y aprenda de eso para que no le pase. Es mostrar el lado humano de la medicina. Por otro lado, los algoritmos en medicina no funcionan, es complicado. Los contenidos médicos son censurados y no tienen un buen alcance. Es algo que actualmente nos pasa con “Doctor Yutub” en No Somos TV. Tienen millones de vistas en los programas de CTM o HH, sin embargo, programas médicos no, ya que son bloqueados por la misma plataforma. Ahí es que nace “Historias que sanan”, contar historias que conecten e inspiren. No todo es ciencia dura, también hay emociones y contextos. Quiero que la gente vea que los médicos también tenemos corazón y que entendemos lo que significa luchar por una vida mejor.

Tu novia es una máster en nutrición. ¿Han conversado alguna vez sobre este tema o tenido discrepancias?
Sí, claro. Gracias a Dios me estoy casando con la primer puesto de Nutrición Clínica de la UPC. Meli no es tonta, es una mujer basada en evidencia científica y sabe que hay pacientes que van para cirugía bariátrica como otros que no. El proceso es difícil con cirugía o sin ella. La cirugía no es para “bajar de peso porque quiero ser flaca y regia”, es para quitar las enfermedades que padeces y que no has podido controlar o disminuir con los fármacos.

Claro.

Con Melissa no hemos tenido problemas porque nos basamos en evidencia científica, pero sí hemos aprendido de nuestros mundos. Al inicio veía a los nutricionistas como los que cuentan calorías y dan menús, pero ella me enseñó que la nutrición clínica va más allá del peso y me ayudó a salir del “pesocentrismo”, algo que hoy muchos colegas todavía están aprendiendo. He aprendido con ella que no solo se trata de un número en la balanza, sino de indicadores de salud reales.

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Sobre Stephany Saca

Estudiante de Comunicación y Publicidad.

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