En un paseo con mis amigas, hablé sobre mi trabajo como manicurista y lo mucho que me gusta.
“Ah, tú eres la que hace uñas”, comentó la amiga de una amiga. Lo dijo con un tono raro, pero traté de ignorarlo. Al rato me volvió a preguntar y cotizó un diseño.
“¿Tanto cobras solo por pintar uñas?”, me respondió.
No era la primera vez que lo escuchaba. Esto es común en cualquier lugar, ya sea en tu propio espacio de trabajo, en las redes sociales o en un paseo con tus amigas, pues mucha gente cree que una carrera universitaria es el único camino para conseguir un buen puesto de trabajo. En Perú, por ejemplo, existe el prejuicio hacia la formación técnica (la que se imparte en institutos), pues se considera de inferior calidad a la universitaria.
En ese sentido, hay quienes consideran que hacer manicure es un trabajo menor que no requiere preparación ni esfuerzo. Cuando le dije a mi papá que quería estudiar manicure, me respondió que iba a perder mi tiempo y que no iba a ganar dinero. Me dolió bastante y lloré, pues sabía que estaba muy lejos de la verdad. Con el pasar de los días le volví a comentar mi decisión, inspirada en Saraí Piñero, manicurista profesional y empresaria que es muy exitosa en el mundo de las uñas y con muchas academias de enseñanza. Saraí demuestra que se puede lograr todo lo que uno se proponga.
Para estudiar la carrera de Sistema de uñas se requiere unos seis ciclos, que equivale a seis meses. Ahí adquieres conocimientos sobre la anatomía de la mano y de las uñas, las alteraciones que puede tener, bioseguridad y el uso responsable de productos químicos. Por otro lado, también tienes contacto constante con personas y para eso se requiere tener habilidades sociales como la escucha activa, la paciencia y la amabilidad. ¿Por qué despreciar esta profesión?
Desprestigiar el trabajo de una manicurista o cualquier otro trabajo técnico es una falta de respeto hacia el esfuerzo y la pasión. De hecho, se cree que es un trabajo al que solo se llega por necesidad o por falta de oportunidades, pero la verdad es que una lo hace por vocación.
En mi caso, siempre me gustó el mundo de la belleza y la cosmética. Llevé un taller de cosmetología en el colegio y luego, a los 18 años, decidí enfocarme en uñas. Es lo que realmente me satisface y mis clientas lo aprecian, hasta llegan a confiar ciegamente en mí. Es una profesión en la que puedo ser imaginativa, creativa, innovadora. Además, ganas dinero. Mi papá aceptó que sea manicurista cuando vio lo que podía ganar en un fin de semana.
Sin embargo, hay quienes creen que con solo comprar productos de dudosa procedencia y ver videos de YouTube ya puedes ser una profesional en el mundo de la manicura. El peligro radica en la exposición a químicos presentes en esos productos, especialmente cuando son adquiridos a través de internet sin un control regulatorio adecuado. Muchos de los kits caseros no cumplen con regulaciones y son fabricados por empresas poco fiables. Si no se aplican correctamente, los químicos pueden causar reacciones alérgicas, incluyendo irritación, hinchazón, enrojecimiento e incluso lesiones abiertas o la pérdida de la uña.
Por ello, es necesario que un técnico altamente especializado profundice sus conocimientos mediante diplomados, cursos de actualización y capacitaciones. Así demuestra que el esfuerzo para adquirir el conocimiento realmente vale la pena.
“¿Tanto cobras sólo por pintar uñas?”. Claro, cobramos tanto porque lo merecemos. Pero recordemos que no solo cuidamos y embellecemos manos: también aportamos en la autoestima de nuestras clientas, haciéndolas sentir más bellas cuando llegan a un salón. La manicure es un arte que requiere destreza, sensibilidad y dedicación.
Hay que valorar el trabajo de las manicuristas. En lugar de subestimar y hacer sentir mal a quienes nos cuidan las manos, quizás deberíamos aprender de ellas, porque mientras muchos critican desde la comodidad y desde su supuesto conocimiento, ellas construyen su futuro con cada pincelada de color. Lo verdaderamente inferior no es el oficio, sino la mirada arrogante y las palabras hirientes de quien lo desprecia.
Sobre Ana Lucía Vislao
Estudiante de Comunicación y Publicidad.