
A los 9 años me ofrecí como voluntaria para cantar en el Día del Padre, a pesar de que mi relación con mi papá no era muy cercana. Era militar y el servicio a la patria lo llevaba lejos de casa y su familia durante meses.
No estaba segura si mi papá llegaría a mi presentación, pero, igual, busqué la canción perfecta para interpretarla, una que no sea infantil ni repetitiva, una que pueda conmover.
Así llegué a «Quizás», de Enrique Iglesias.
En ese entonces no sabía que la canción, lanzada en 2002, ganó el Grammy Latino a mejor álbum vocal pop masculino y vendió millones de copias en todo el mundo, solo que la cantaba un tal Iglesias. No tenía idea del peso de ese apellido ni de la complicada relación padre-hijo.
Enrique Iglesias es hijo del legendario Julio Iglesias, el artista hispanohablante con más discos vendidos en el mundo. La canción apareció en un contexto donde la prensa tenía muchas dudas sobre la relación entre ambos, pues se decía que no se veían ni en pintura.
Enrique reveló en una entrevista que, debido a los constantes viajes de su padre, siempre estuvo bajo el cuidado de Elvira, su nana. Si bien Julio no ha asistido a sus conciertos ni han grabado música juntos, Enrique afirma que no tuvo una relación difícil con su padre, algo que muchos encuentran difícil de entender.
Aunque no le duele que su padre no haya tenido esas atenciones con él, admite que, tal vez, en su inconsciente, puede afectar. Enrique, no obstante, nunca ha dejado que eso lo detenga, sobre todo cuando su padre le dijo al inicio de su carrera que no lo iba a conseguir. Al contrario, eso le dio fuerza para sacar su carrera adelante.
Aunque la vida de Enrique y la mía son completamente distintas, admito que compartimos ciertas emociones que nos unen cuando escucho su música.
Volviendo a mi historia. Cuando llegó el día de mi presentación, estaba lista. Sorpresivamente, mi padre pudo estar en mi presentación y se sentó frente a mí. Lo vi, me sentía segura. Conocía la canción perfectamente y nada podía salir mal.
Comencé a cantar la primera estrofa. «Hola, viejo, dime cómo estás / los años pasan, no hemos vuelto a hablar / y no quiero que pienses que me he olvidado de ti».
Apenas dije eso y lloré. Sentí un profundo dolor. Mi profesora me consoló y me dio otra oportunidad, pero no podía completar la canción. Llamó a mi papá y le pidió que hablara conmigo. Nada. No pude cantar lo que tanto había ensayado.
Mientras tanto, vi a mis compañeros abrazando a sus padres, expresándose amor. No entendía cómo una canción no terminada y mi llanto sin razón aparente podían conmover tanto a todos.
No volví a escuchar esa canción ni intenté entenderla hasta 11 años después. Un día, mientras volvía a casa en un bus, escuché «Quizás» con todas las estrofas que nunca terminé:
«Yo por mi parte no me puedo quejar / trabajando como siempre, igual / aunque confieso que en mi vida hay mucha soledad / En el fondo tú y yo somos casi igual / y me vuelvo loco solo con pensar / quizás la vida nos separe cada día más / quizás la vida nos aleje de la realidad / quizás tú buscas un desierto y yo busco un mar / quizás que gracias a la vida hoy te quiero más». Esas palabras resonaron en mi mente durante todo el camino.
Lo cierto es que amo a mi papá profundamente y daría todo por él, pero demostrar ese amor se volvió un reto diario. Ahora que soy una adulta y entiendo mejor muchas cosas de esta vida, ahora que encuentro un padre más abierto a mí y lleno de cariño para dar, la canción me duele mucho más.
Hoy, comprendo el verdadero peso de sus sacrificios. Veo al hombre que creció sin el respaldo de sus padres, al niño que alguna vez soñó con ser abogado y al adulto que, en algún punto, transformó su forma de ser por su familia. Detrás del uniforme que lo mantenía lejos de casa, había una historia de amor oculta, una que no supe leer.
El amor de mi padre duele distinto ahora. Ya no es el dolor ingenuo de la niña que lo esperaba en casa, sino el de la mujer que entiende lo complicado que puede ser amar a distancia, entre desiertos y mares.
“Gracias a la vida, hoy te quiero más”, canta Enrique, y no podría estar más de acuerdo. Amo a mi padre, lo suficiente como para no terminar de cantar la canción.

Sobre Milagros Álvarez
Estudiante de la carrera de Comunicación y Publicidad. Tengo interés en el periodismo de investigación y las crónicas periodísticas. Me gusta leer, investigar, tomar fotografías y escuchar distintos géneros de música. Actualmente pertenezco al elenco de danza de la UCSUR.