Milagros Velásquez Por Milagros Velásquez abril 21, 2025

Tenía 13 años cuando, por primera vez, al verme al espejo no me sentí bonita. Siempre he sido una chica alegre y carismática que amaba correr sin preocupaciones. Pensar en qué ponerme no entraba en mi lista. De pronto, todo cambió cuando una cinta métrica rodeaba mi cintura y buscaba el peso ideal. No importaba cuánto midiera o pesara. No me gustaba el reflejo de mi cuerpo en aquel espejo.

El primer año de secundaria me volví alguien cohibida; aquella chica que disfrutaba hacer chistes en clases o salir con sus amigos desapareció. Prefería estar en casa, me podía pasar horas viendo recetas saludables, me arreglaba y luego solo tenía un arranque de frustración y terminaba comiendo más. ¿Por qué las chicas de mi salón lucen tan delgadas y yo no?, me preguntaba. Al pasar al segundo grado, la presión solo aumentó más. Destacaba imperfecciones que nadie más notaba. Mi autoestima decayó.

Las redes sociales no fueron de mucha ayuda. Cada publicación de las revistas de moda era una puñalada al corazón, eso solo me marcó más. Un día sufrí una crisis y decidí investigar. Recuerdo que busqué “cómo sentirme cómoda con mi cuerpo” en Google y me abrió una lista de resultados, entre ellos el TDC (Trastorno de Dismorfia Corporal).

Cuando entré a tercer grado, comencé a abrirme ante las personas. ¡Vaya error! Aquella búsqueda quedó en el olvido, ya que los chicos a mi alrededor solo bromearon, quitándole la importancia que yo quería que le tomaran. Llegué llorando a casa. Mi mamá me consoló.

Al llegar la noche, mi papá me preguntó: “¿Por qué dejaste de sonreír? ¿Por qué ya no realizas las actividades que te hacen feliz?” Solo colapsé. Ese día recibí ayuda, a la par de sesiones con la psicóloga, el apoyo de mis padres y un mejor grupo social, entendí que “No era mi cuerpo, era yo”.

Dos de cada cien personas se ven afectadas por el TDC, según el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry. La adolescencia es un período crucial para el desarrollo de hábitos sociales y emocionales importantes para el bienestar mental. Por ello mismo, el impacto de las redes sociales en las percepciones de la figura corporal se vuelve aún más importante. Los jóvenes están en la búsqueda de identidad y formación de la propia imagen, en la que las influencias externas juegan un papel importante.

¿Pero a qué se debe este trastorno? No hay una razón como tal, pero los casos más frecuentes se deben a los genes o a la baja serotonina. Según un artículo de Nemours KidsHealth, los pacientes con TDC tienen ideas falsas sobre su aspecto. No importa que cumplas con los cánones de belleza; si tu percepción es otra, nada cambiará.

¿Y qué debo hacer si lo padezco?

Es un proceso largo acompañado de terapias cognitivas o medicamentos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina). Al subir los niveles de esta hormona, será más fácil controlar la angustia y los estados de ánimo.

¿Cómo sobrellevar la TDC día con día?

Es importante seguir las recomendaciones del terapeuta, mantener una rutina saludable, evitar comparaciones en redes sociales y buscar apoyo en amigos y familiares.

En cuarto de secundaria empecé mi proceso de aceptación y para quinto de grado volví a ser yo. Ya participaba en cada evento del colegio y fui coronada como reina del baile de la promoción. Actualmente, tengo 18 años y peso 50 kg. El proceso no ha sido nada fácil para mí, pues aún tengo momentos en los que me preocupo por mi peso.

Sin embargo, ya no me prohíbo un bocado, en comparación con hace 5 años, la preocupación ha disminuido considerablemente, me puedo poner la ropa que quiero sin juzgarme. Me miro en aquel espejo y el reflejo ya no es oscuro: ahora me veo y me acepto. Me gustaría decirle a esa adolescente, la Milagros de 13 años, que no había nada malo en su cuerpo, que cada una es imperfectamente perfecta y que eso la hace especial.

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Milagros Velásquez
Sobre Milagros Velásquez

Estudiante de Comunicación y Publicidad. Me encanta crear contenido, dirigir eventos, diseñar. Mis hobbies son bailar, cantar, leer y, a veces, escribir poemas.

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